Vigésimo Capítulo. El juego de Anubis.

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Anubis y yo tuvimos peleando a todo fervor durante una hora entera, lo más irritante era que ninguno de los dos habíamos ganado. Él prometió otro duelo e incluso predijo que iba a ganar, yo solo lo miré ortiva y me marché; tenía que agregar los ingredientes que había conseguido de la bodega de Isis y observar si sucedía algún avance en mi plan secreto.

La lista de ingredientes para mi plan secreto se reducía, solo quedaban algunos más y pronto iba a estar listo para el uso si lograba formarse por completo y perfección. No quería morir en el intento....daba igual, de todas formas iba a morir.

Arrastrando los pies y observando el lúgubre pasillo llegué a mi habitación. Midnight jugaba con el acolchado de mi cama y cuando me vio maulló alegre, fui directo al armario donde el sarcófago se hallaba en su sitio como lo había dejado y saqué de la mochila las pociones e ingredientes; con el libro en mano seguí las instrucciones a medida que agregaba las cosas y cuando acabé presté atención a la reacción: solo un brillo dorado inusual y listo. Suspiré, ahora debía esperar hasta medianoche para agregar los dos últimos ingredientes que faltaban, eran sencillos: un cabello mío y mi sudor...llamaron a la puerta e instantáneamente cerré el armario de golpe y terminé golpeándome la cara con una de las puertas. Bien Alice, eres muy lista. Oculté toda evidencia y abrí la puerta. Horus.

- Hey... ¿todo bien? –preguntó con cierta timidez. Asentí, no tenía ganas de sonreír falsamente- ¿quieres que juguemos a los videojuegos?

- No hay tiempo para eso, Horus, tengo que entrenar –repuse sin mucha energía. Él no dijo nada por unos segundos.

- No te exijas mucho, descansa un poco...

- Ya lo hice...pero si quieres puedes enseñarme otros trucos más –invité con una mínima sonrisa - me vendría bien un poco más de ayuda.

- Genial, vamos a entrenar...sabes que de igual forma ganaré –comentó arrogante con su luminosa sonrisa provocando que yo también sonriera de igual forma.

- Inténtalo, pájaro.

- ¡Uy! ¡Qué ofensa! –rió divertido y luego me abrazó con ternura. No me lo esperaba pero seguramente pensó que lo necesitaba; me recordaba a los abrazos de mi abuelo: me hacía sentir protegida y confortable. Le devolví el abrazo y me separé, no quería ponerme sentimental- vamos, gatita.

Rodé los ojos mientras seguía a Horus.

                                                                                             ***

Horus giró en el aire antes de caer de espaldas al suelo en un golpe seco. Sonreí. Esta vez gané yo.

- Levántate –me burlé de él. Horus permaneció en el suelo.

- Quiero ver cuando...hey ¿no tienes hambre?

- No...

- Pues igual vamos a comer. Te ves muy delgada y pálida –me interrumpió y se levantó. Entrecerré los ojos hacia él.

- Siempre fui pálida y sobre lo delgada...puede ser, extraño mis rollos –comenté riéndome.

Salimos hacia la cocina. Horus me contaba sobre los beneficios de los rayos solares y de cómo me podría servir para mi palidez. Yo escuchaba la voz de mi cabeza que se parecía mucho a la de Bast, decía "del polvo viniste, del polvo te irás" como dijo el oráculo muerto de Siwa. Al llegar a la cocina Horus se puso a preparar unos sándwiches de jamón y atún, de pronto apareció Bast hablando consigo misma y muy hiperactiva apenas oyó lo que Horus le decía, entonces, ella gritó con histeria.

- ¡No puedo! ¡No puedo!

- ¡Bast! Calma, ¿qué ocurre?

- Yo... ¿eso es atún? –preguntó de repente calmada y olfateando hacia la mesa. Le ofrecí el sándwich y ella lo aceptó alegre. Miré incómoda a Horus y éste me devolvió la mirada de igual forma- está bueno –dijo Bast con la boca llena. Horus preparó otro para mí...- ¡Ah! ¡Cierto! –saltó Bast haciéndome caer de mi butaca- lo siento...es que recién recuerdo que... ¡Están listas tus garras! ¡Igual tu traje! Están en tu habitación, por cierto, allí huele muy mal... ¿no se te habrá muerto algo?

The Last Warrior- La Última Guerrera. Alice De Niro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora