Cuarto Capítulo. Mi protector es un dios bastante apuesto.

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- ¿Bast? –mi voz sonó dubitativa y algo temblorosa; había entrado al oscuro pasaje pero eso no era un problema para mi nueva visión gatuna, podía ver claramente aunque no había nada para ver, era solo un pasillo largo y no había pista de Bast ni de otro ser viviente- mierda…

- No digas groserías, Alice –la voz de Bast me sobresaltó, se encontraba encima de una repisa vacía a lo alto de la pared blanca enmohecida- te estaba esperando, caminas muy lento.

- Es que…olvídalo, mejor sigamos… ¿acaso no tienen luz? ¿O se olvidaron de pagar la factura? Pregunto, es que esto es tenebroso y…

- Es para que los humanos piensen que está abandonado –me interrumpió Bast que había bajado de la repisa y ya se encontraba andando por el pasillo- así no se acercan por temor que viva un asesino oculto.

- Sí claro, un asesino oculto cuando hay una mujer gato con uñas afiladas perfectamente arregladas –comenté sarcásticamente. Bast rodó sus relucientes ojos de gatos.

- Es importante verse bien –replicó ella altiva- y más si eres una diosa.

- Como digas, yo me veo un desastre –repuse malhumorada- llevo puesto ropa de un muerto, sacada de una morgue en donde estaba junto a otro cadáver…muy lindo por cierto, ese aroma encantador a formol y muerto, hacen una buena combinación…

- Ya deja de quejarte. En tu habitación tienes ropa nueva además de la que llevas en la mochila.

Dejé de hacer comentarios sarcásticos cuando llegamos a una puerta doble de oro macizo con jeroglíficos dibujados en ella y cuando Bast la abrió mi boca hizo lo mismo. ¿Era posible que todo el oro de Egipto estuviese justamente aquí? Madre del santo oro, esto era increíble. La sala enorme estaba prácticamente bañada en él, del más reluciente y caro; solamente tenía por decoración <las paredes> dibujos de antiguos egipcios y un montón de jeroglíficos en azul.

- Bienvenida al recinto de los dioses egipcios –me susurró Bast a mi lado- el único en todo el mundo.

El techo era alto y tenía candelabros modernos pero decorados a lo egipcio, un largo y ancho sillón de cuero blanco con cojines dorados estaban en un costado y el suelo era mármol blanco con detalles dorados; había mucho dorado, había un ventanal a la derecha que daba a un balcón grande con vista de la ciudad y junto a una pared de mí de mi izquierda había una estatua negra de un hombre musculoso con cabeza de halcón que medía unos tres metros máximo.

- Es increíble –susurré lo bastante fuerte para que se oyera en todo el salón. También había una pantalla grande… ¡un televisor led de cincuenta pulgadas! ¡Ni sabía que existía! Debajo de ella había una consola de juegos de última generación y…mi mirada se posó en un chico que se encontraban en medio de la sala; de tanta emoción ni lo había notado.

- Bienvenida…Alice ¿verdad? –habló un chico cuyo ojos combinaban con el salón, dorados como el oro líquido; el muchacho sonreía abiertamente que me hizo sonreír y sentir calor por toda mi cara. Asentí torpemente.

Éste chico parecía tener la edad de veinte y tres por ahí y estaba ¡buenísimo! Nada que ver con los chicos que te encuentras comúnmente en la calle: sus ojos como decía anteriormente eran como dos bolas perfectas de oro con lo negro de sus pupilas, su cabello era corto y lucía como la caoba pulida, su piel bronceada le daba un tono dorado <como todo en él> y en su cara seguía su sonrisa cálida…

- Bueno, es un placer al fin conocerte –habló y su voz sonaba tan juvenil y alegre que ya me dolían los músculos de mi cara de tanto sonreír- creo que nos llevaremos bien…

- Por favor –bufó alguien en la sala y mi vista se desvió a la derecha del chico para encontrarme con otro que…mierda. Era imposible.

Un chico que aparentaba unos veintes estaba más que ardiente <la frase tiene buena rima>, éste chico era todo lo contrario que el primero: tenía pelo negro reluciente como la obsidiana, ojos negros como dos escarabajos, era alto y esbelto y su piel era cetrina como la de un muerto pero todo en él era hermoso; en su cara no había ninguna sonrisa, solamente una fina y firme línea. Sus ojos eran amenazadores y me fulminaba con ellos. Mi piel se erizó.

The Last Warrior- La Última Guerrera. Alice De Niro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora