Capítulo #2

24 4 1
                                    

Nadie.

Me dieron unos días libres en el hospital por lo que pasó.

Sigo sin poder creerlo. Aún espero despertar y encontrarla dormida plácidamente a mi lado con su cabello desordenado. No ha pasado ni una semana y ya la extraño demasiado.

Me levanto de la cama hecha una desastre, el cabello desordenado, ojos hinchados y rojos por llorar y algo de saliva seca alrededor de mi boca, no me importa, me levanto, voy al baño y cuando estaba por tomar mi celular que se encontraba en la mesita de noche vi la hoja doblada que me había indicado lo que pasó.

Las ganas de volver a llorar no me faltan, sin embargo, por más que lo intento; no sale nada, me he secado.

La tomo y tan solo me limito a observarla, es una letra linda, Vero siempre cuidaba su letra, no le gustaba que fuera desordenada y descuidada.

Puse mis dedos sobre la tinta un momento antes de guardar el papel en un cajón del mueble más cercano a mí para luego disponerme a volver a dormir, tenía la esperanza de no despertar, o por lo menos intentaba calmar el dolor el mayor tiempo que me sea posible.

Me acosté y cerré los ojos, estaba quedándome dormida cuando escucho mi teléfono vibrar, había olvidado que esa cosa existía.

Me levanté y contesté sin siquiera ver el nombre de quién llamaba, no hace falta, no tengo muchos amigos que digamos, solo Erick, un colega del trabajo al que solo le he hablado dos veces pero como por ahora es mi superior, tiene que tener mi número.

—¿Hola? —Contesté adormilada y apatía, no me molestó siquiera en disimular no estoy de humor para nada.

—Hola, me enteré de lo que pasó y lo siento mucho. Ahora mismo, estoy en la puerta de tu apartamento, ¿podrías abrirme? —No quiero visitas... Y- un momento...

—¿Cómo conseguiste mi dirección? —Eso si que jamás se la di...

—Hay documentos en el hospital también sobre el personal, Adelaida. Vamos, abre. Traigo helado —Erick es un buen hombre sin mencionar que es buen doctor también, pero no me interesa ahora ni siquiera comer helado.

En las pocas veces que hemos hablado descubrí que realmente no tiene interés romántico en mí, él es gay y yo soy lesbiana, así que acordamos ser amigos pero aún así no lo conozco tanto.

—No quiero visitas hoy —Volví a hundir mi cara en la almohada, esperaba que se fuera pero no se rindió.

Y si, soy muy directa y sincera, pero, ¿qué puedo decir? Así soy.

—Mira, entiendo por lo que pasas. Un novio mío también murió hace unos años y realmente fue muy doloroso, lo amaba. Iba a prponerle matrimonio el día en que murió. Aún lo extraño —Su voz se entrecortó al decir sus dos últimas frases, y me sorprendió, es decir, no esperaba que se abriera así.

Finalmente me levanté (con mucho esfuerzo) y fui hasta la puerta y un poco indecisa abrí la puerta. Al abrirla efectivamente estaba Erick afuera, él es un hombre alto, delgado, no ejercitado, era algo moreno y de ojos marrones (casi negros).

Me hice a un lado para dejarlo pasar, este lo hizo, cerré la puerta y ya después de un rato en silencio sentados en la "sala" habló.

—Adelaida, no te mentiré. Te ves muy mal —Su voz es bastante grave para su edad, pues sólo tiene 25 años, se notaba la preocupación, y lo agradecía, pero enserio no tengo ganas de nada.

—Si, lo sé —Admití. La verdad hasta yo misma me doy un poco de asco, pero... No importa.

—Mira, no vine aquí a intentar sacarte de aquí, pero tampoco creo que debas quedarte.

86 días siendo nadie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora