Capítulo #24

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Nadie.

Me encuentro ahora ya finalmente a un corto tiempo de acabar mi turno, resulta que hoy Erick y yo terminamos a la misma hora, por lo que acordamos que iríamos a comprar cosas para comenzar a organizar una pequeña sorpresa para Damaris.

Estamos apenas a principios del mes a pesar de que su cumpleaños es el 29 de octubre, sin embargo, es mejor anticipar todo lo posible ya que con los horarios que manejamos no sabemos y tendremos oportunidad de hacerlo después.

Una vez terminado mi turno y de haberme cambiado a algo más cómodo, nos fuimos en el auto al departamento para dejar algunas cosas.

Allí encontramos a Antonia, quien estaba sentada en el sillón con el celular tranquilamente.

¿No se supone que ya había encontrado su propio apartamento? Digo, no es que la esté corriendo ni nada por el estilo pero no nos llevamos muy bien, y mucho menos luego de la conversación de la otra noche.

Dejé que Erick se ocupara de ella, ya que se conocen y según sé hace mucho que no se veían, por lo mismo pasé a mi habitación y aunque estuve tentada a tomar una siesta ya que peculiarmente la cama se veía muy cómoda a simple vista, me centré en lo que tenía que hacer.

Al terminar me dirigí a dónde se supone que se encontraban Antonia y Erick platicando tranquilamente, pero lo que me encontré fue totalmente distinto.

Mi amigo sujetaba a la chica de los bordes de la camisa y la apoyaba contra la pared, estaba bastante molesto, quizás apunto de golpearla.

Sus pies colgaban ya que él era mucho más alta que ella e incluso que yo, fue entonces cuando intervine antes de que algo grave sucediera.

-¿Qué pasa? -Pregunté alarmada. Él no era de reaccionar de esa forma, así que lo que sea que le haya dicho ella fue bastante grave.

-Damaris iba a saber tarde o temprano de la conversación que tuvimos la otra vez -Contestó con una sonrisa arrogante-... Creí que tú se lo dirías ayer, que correrías a sus brazos en busca de consuelo. Me llevé una gran sorpresa al enterarme de que no fue así -me miraba desafiante ignorando completamente a Erick-. Y más sorpresa se llevó ella al saberlo. Creí que me golpearía pero solo se fue -se encogió de hombros luego de esas palabras.

Sentía mi mundo derrumbarse y mi corazón palpitando rápidamente, no me importaba que se burlara de mí, no me importaba que me hiciera daño a mí...

Pero a Damaris... No... A ella no...

-¡¿Dónde está?! -Interrogó mi amigo furioso aferrando más su agarre si era posible yo esperaba expectante su respuesta comenzando a sentir las mismas emociones que él.

-¿Tú crees que la seguí? ¿Que leo mentes o le hablo por telepatía? -se burló sarcásticamente. Y juré que si Erick no la golpeaba lo haría yo.

-Escúchame bien, p*rra. Si algo llega a pasarle a Damaris juro que vendré por ti y te haré sufrir, ¿me escuchaste? -Amenacé para luego tomar a mi amigo del brazo y salir del lugar.

En ese acto ella cayó al piso, y aunque emitió un sonoro sonido de dolor que se escuchó aún fuera del lugar no me importó. Seguí mi camino hasta entrar al auto y sin encender el motor comenzar a llamarla, llamé nueve veces y en ninguna contestó.

Llamé al área de pediatría del hospital para saber si se encontraba allí y la respuesta fue negativa, llamé a la doctora Ángeles, a Tania y a todos los que se me ocurrieron que tal vez podrían saber de su ubicación.

La respuesta fue negativa.

Golpeé el volante del auto con frustración, fue entonces que se me ocurrió que quizás podría haber alguna pista en el auto; así que busqué en la guantera, en los asientos, en el suelo en la cajuela, incluso las llantas.

No había nada.

Comenzaba a desesperarme y abrumarme, ya no tenía ideas, no sabía dónde más buscar.

Miré a Erick en busca de ayuda y me encontré con él diciéndome que había logrado que la doctora Caimanes le contestara, me pasó la llamada y no perdí tiempo.

-Buenas tardes, doctora Herrera. El doctor Martínez ya me platicó la situación con mi hija, pero lamento decirle que no puedo ayudarla. Mi hija y yo no tenemos una estrecha relación desde hace muchos años, siempre fue más cercana a su padre o a Verónica -explicó con un suspiro-... Temo que las únicas dos personas que podrían ayudarle están muertas. Lo siento.

Luego de esas palabras, colgó la llamada.

Eso me desilusionó bastante. Sin aviso alguno, las lágrimas inundaban mi vista de la impotencia.

Hace unas horas todo estaba bien, habíamos descansado como nunca, la escuché cantar canciones de Morat con una enorme sonrisa y nos despedimos en el hospital con un beso en la mejilla.

¿Cómo llegamos a esto?

Simplemente me niego a la idea de no verla más. No puedo perderla también... Ya perdí a Verónica.

Un momento... ¡Eso es! ¡Verónica!

Erick me veía preocupado y a la vez extrañado por de pronto entrar al auto y encender el motor lista para avanzar.

Le expliqué mi idea y antes de partir me detuvo.

-Creo que si la encuentras, será mejor que hablen a solas -Sugirió con una sonrisa-. Además, no me siento muy cómodo en los cemeterios. Me traen recuerdos.

Entendí, y aunque por un momento quise abrazarlo sabía que no podía perder tiempo, pues si está allí podría irse en cualquier momento.

Por lo mismo, le dediqué una sonrisa cálida y le abrí la puerta para que pudiera salir, él lo hizo y me dió un consejo antes de irme.

-Oye, si la encuentras... Hazle saber que no está sola -Aconsejó. Yo asentí y sin perder más tiempo arranqué ya que el cementerio no está tan cerca y no es tan temprano. El sol ya está ocultándose.

Tan solo espero que esté bien...

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Aaaaaaaaaaaaaa Damaris, ¿dónde estás?

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Cambio y fuera...

86 días siendo nadie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora