Capítulo #32

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Nadie.

—Entonces, ¿cuál es la razón de tu intranquilidad mental? ¿Qué es lo que hace tanto ruido en tu mente? —indagué un poco más tranquila.

—No hablaremos de eso ahora, Ads —negó—. No cuando acabas de tener un ataque de pánico.

—Debes decírmelo —insistí—. Después puede ser peor o demasiado tarde.

—No puedo decírtelo, ¿de acuerdo? —su voz se entrecortó—. No puedo porque aún sabiendo que es lo correcto y algo que tiene que pasar ni siquiera yo quiero aceptarlo.

—¿Tan malo es?

—No lo sé —susrpiró—. Pero duele, así que si con malo te refieres a doloroso, pues sí. Lo es.

—¿Qué es? —indagué—. Dímelo ahora porque luego me arrepentiré y no querré saberlo.

Apreté con ojos con fuerza mentalizándome para escuchar lo que sea que tenga que decir ya que, aún si no estoy lista para saberlo; tengo que hacerlo aunque eso signifique que se me partirá el corazón.

—Debo irme, Ads —espetó y con esas simples palabras pude escuchar un "crush"—. Debo alejarme de ti porque te hago daño.

Aquellas últimas palabras me provocaron abrir los ojos luego de un buen rato tenerlos cerrados, dándome cuenta así de que mi visión estaba óptima.

—¿Cómo puedes decir eso? —cuestioné incrédula—... ¿Cómo puedes decir que me haces daño cuando lo único que has hecho es hacerle un bien a mi vida? Gracias a ti no me suicidé como quise hacer hace meses, me he cuidado, he sido una mejor doctora y lograste con un abrazo detener un ataque de pánico. No puedes decir eso.

—Si puedo —alegó de inmediato—. Puedo decirlo porque es precisamente mi punto. No es correcto que creas o hagas todo eso por mí. Debes hacerlo por ti —suspiró—. No has podido vivir tu duelo por Nika cómo es debido, has estado huyendo de tus emociones y yo te he ayudado. Debes hacerlo por tu bien e incluso el mío. Debo alejarme para que puedas hacerlo y no podemos casarnos en condiciones así, necesitas sanar primero.

—No quiero que te vayas —expresé en un sollozo—. Te necesito.

—Yo tampoco quiero irme, tampoco quiero alejarme de ti, pero debes sanar primero, no debes de necesitarme —argumentó con la voz quebrada—. Si me necesitas es dependencia emocional, no amor y yo no me voy a casar con alguien que no me ama.

Guardé silencio por sus palabras, me negaba a la idea. Me negaba a no tenerla en mi vida, a su ausencia, a volver a estar lejos de ella de nuevo.

—Yo estoy enamorada de ti, Damaris —aseguré—. Recién hace una horas despertaste del coma, algo que pudo no ser y temí por ello durante un mes —señalé—... ¿Cómo pretendes que te suelte luego de eso?

—Volveré, puede que tarde un rato, cuando se acaben los segundos platos, yo, volveré a enamorarte —cantureó en respuesta y con esfuerzo, comprendí.

—¿Lo prometes? —pregunté casi suplicando y tratando de contener las lágrimas.

—Que Antonia diga toda la vida que ella es la más guapa de la familia si no lo hago —y aunque no la ví, sé que sonrió entre lágrimas al decir eso.

—Haré que te busque y te traiga de la oreja para yo matarte personalmente si no lo haces —amenacé negándome aún a separarme del abrazo.

—Hecho.

Nos quedamos un rato más de esa forma, hasta que me separé para mirarla a los ojos una vez más.

No sabría cuando volvería a hacerlo, ni siquiera sabía aún cuando se iría y ya la estaba sintiendo lejos.

Limpié mis lágrimas para apreciarla mejor y a mí parecer aún despeinada, con el rostro empapado por las lágrimas, la nariz roja al igual que sus ojos que de todas formas brillaban de esa manera que tanto me gustaba; ella era hermosa.

Retiré el anillo de mi dedo que me dió cuando me propuso matrimonio en el hospital la vez que trabajamos juntas y se lo entregué.

Ella me miró con tristeza y algo de dolor para luego clavar su mirada en el anillo, detallándolo con la misma.

Cómo a to siguiente, tomó mi mano para ponerlo en ella y la cerró mirándome cariñosamente.

—Es tuyo, no está en mis planes dárselo a alguien más ni de broma —contó con una sonrisa—. Este anillo es una promesa, la promesa de que volveré —sonrió esperanzada—. Volveré, solo cuando estés lista, será un amor a segunda vista y yo, volveré a enamorarte —cantureó de nuevo, animandome a seguirla pero yo no podía articular palabras—... Porque no quiero estar ahí cuando tú llores...

—Y que el recuerdo de alguien más riegue mis flores —terminé con la voz ronca.

Volvimos a abrazarnos sin soltarnos en ningún momento, nos aferrábamos a la otra en forma de un inicio de nuestra despedida que aunque no es forzada; era necesaria.

Sabía que era lo mejor para ambas, que ella tenía razón. Sin embargo, una parte de mí quería pedirle que se quedara.

—Solo no me pidas que me quede, Ads —rogó como si hubiera leído mis pensamientos—... No me pidas que me quedé porque lo haré y si me quedo ambas saldremos lastimadas.

—No lo haré —prometí con dolor—. Aunque quiera no lo haré.

Luego de otro silencio, más abrazos, lágrimas y quizás un beso; nos quedamos dormidas.

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😩🤧😭😭😭

Solo eso puedo decir...

Cambio y fuera...

86 días siendo nadie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora