No. 8

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—¿Dónde deseas ir?

Harry y yo hemos subido a su coche. Al parecer su panorama en las carreras clandestinas de Nueva York, se han estropeado por mi culpa. Me gustaría preguntarle por qué hace unos minutos atrás ha dicho que me quedaría con él. Tal vez lo hizo para demostrarle a Louis que esta vez él ganaba. Pero de solo imaginarme aquella idea me parece muy egoísta de su parte. Trato de desvanecer todo aquel tipo de pensamientos inundando mi cabeza para concentrarme en la pregunta que me ha hecho Harry.

—No me importa mucho en realidad. —respondo al mismo tiempo que el vehículo ya estaba en marcha y moviéndose por las calles de la ciudad cosmopolita. En ciudades y pueblos pequeños probablemente de noche parecerían pueblos fantasmas por lo desierto que están; pero sorprendentemente Nueva York de noche había tanto ajetreo en las calles como de día. Era una ciudad que nunca dormía.

—¿Mi apartamento? —la voz de Harry me saca de mis pensamientos.

Lo miro por el rabillo del ojo con desconfianza pero es que no hay otro lugar al que podamos ir a estas alturas de la noche. No tengo ganas de comer y estoy muy cansada para ir a un pub o una disco. Miro la hora en mi reloj de muñeca.

—Grace... Deja de preocuparte de tus padres o de tu hermana. Nada malo va a pasar. Te lo prometo.

—Pero... es que ya es tarde y mañana tengo que estudiar. —me excuso para que decida irme a dejar a casa.

—¿Entonces por qué decidiste venir conmigo?

No puedo decirle que ha sido para llevarle la contra a mi hermana, porque sé que Harry se enfadará y no querrá hablarme nunca más.

—Sé que has venido porque soy el chico malo para todo el mundo y por una vez en la vida querías saltarte las reglas. —lo miro alarmada. ¿Cómo es que no está enojado? — Eres como un libro abierto, Grace.

Sonrío con nostalgia.

—Lo siento no quise utilizarte de esta forma...

Él chasquea la lengua dándole poca importancia al asunto. Pienso que quizás ha sido el alcohol que lo hace estar así. Y me alarmo al no considerar que esté conduciendo bajo la influencia del alcohol.

—Tengo varias formas de la que me puedes utilizar y te prometo que será beneficioso y satisfactorio para ambos. —él chico a mi lado me guiña un ojo causando que me sonroje. Solo espero que no lo note.

—¡Harry! —quiero parecer molesta, enojada y ofendida pero no puedo contener la sonrisa que surca mi rostro. Él sonríe. Es una sonrisa relajada y coqueta. Una faceta de Harry que no había tenido la oportunidad de conocer.

—Ya te he dicho... Acostúmbrate.

Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza. Luego de eso ambos quedamos en silencio. La radio, a un volumen bajo, reproduce canciones aleatorias. Entonces quince minutos después llegamos a Greenwich Village donde Harry vive. Cuando abre la puerta el frio me golpea el rostro, penetrando mi piel. Me doy calor abrazándome.

—Lo siento. —susurra por lo bajo encendiendo las luces— No he dejado la calefacción encendida.

Asiento y espero a que me diga que me siente en su sillón. Y es que solo una vez había estado en su apartamento y en ese momento él no estaba sobrio.

—Siéntete cómoda. Traeré unas mantas y prepararé café.

—¿Quieres que yo prepare el café?

Él sonríe.

—Está bien.

Cuando vuelve con las mantas yo ya tengo preparados las tazas con café. No sé cómo he dado tan fácilmente con las tazas y los servicios. Me recuerdo que ya he venido a su departamento antes y esa noche también preparé café para él.

Beethoven (au // h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora