No. 24

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"Ella ignora hasta la más pequeña muestra de afecto, pero sé que por dentro; las desea, las anhela, las necesita" —Charles Melier

Se contiene cuando escucha el nombre de Louis. Lo sé porque toma una gran bocanada de aire y la retiene. Mi madre me mira preocupada, aunque ya me he acostumbrado cuando hacía gala de su preocupación. Mi padre mantiene una expresión seria y casi serena. Marie mira a Harry todo el tiempo y los ojos de Aaron viajaban de Harry hacia mí.

Cuando sirven el postre Harry se incorpora. Miro la escena dubitativa. Sin saber que realmente hacer ahora.

Mi hermana me mira y mueve sus labios sin hacer ruido y dice:—Síguelo.

Me disculpo con mis padres y me levanto del asiento para seguir a Harry.

Sube las escaleras y rápidamente agarro velocidad para alcanzarlo.

Sin aliento troto hasta él. Las manos me sudan, el vestido se me ha levantado hasta los muslos por correr y las mejillas las tenía empapadas con lágrimas. Odiaba llorar. Quien dijera que le gustaba llorar mentía. Todo el mundo odia llorar.

Tomo el picaporte de la puerta a la que ha entrado y enseguida se abre.

—Harry.

Ni siquiera tengo que mirar a mí alrededor para saber donde nos encontrábamos. Estabamos en la biblioteca.

El viento otoñal entra desde las puerta doble. Me abrazo a mi misma para disminuir el frío que estoy sintiendo y camino hasta el balcón. Harry se encuentra mirando el río Hudson con la mirada perdida y apoyando los brazos en la barandilla, y la colilla del cigarro entre dos dedos. Si no lo conociera tan bien diría que está solo fumando. Pero Harry solo fumaba en días de preocupación o de tristeza.

—Puedes irte, Grace. —me dice y le da una calada a su cigarro.

—Harry puedo explicártelo.

—¿Explicarme el qué? ¿Qué tenías planes con tu amiguito?

—Estás celoso.

—Te mentiría si te dijera que no. —el pecho se me llena de arrepentimiento y lastima— Sabes que odio a Louis.

—Dime una razón por la que no debería salir con él.

Endurece su mandíbula y aprieta sus puños a los costados de su cuerpo. Vuelve a darle una calada al cigarro

—Me lo ha preguntado antes pero le puedo decir que no. —insisto— Le puedo decir que no si me dices por qué no debería ir con él.

—No.

—Harry, por favor. —le tomo su mano pero en unos segundos la aleja de mi tacto y la vuelve apoyar en la barandilla.

—No. No iré si no quieres. —le digo.

—No puedo hacerte eso. —dice— No quiero controlarte, sería una relación enfermiza si no te dejara hacerlo. ¿Quieres ir con él, Grace? Ve.

Me moría por decirle que los planes podían cambiar. En ese tiempo no estábamos estables, yo no sabía que terminaríamos juntos y siendo una pareja. Louis lo entendería.

Harry sacude la cabeza en negación, bota y pisa la colilla del cigarro y mete una mano en su bolsillo de pantalón y con la otra me toma la mano para entrarnos. Cuando llegamos al comedor, no parece enfadado sigue sonriéndome y tomándome la mano; sin embargo, sé muy bien que está cabreado conmigo y bastante. Cuando es hora de irnos, me deja fuera de casa, me da un beso en los labios y cuando cierro la puerta del copiloto arranca con tanta velocidad que las ruedas de su auto chirrean contra el asfalto.

Beethoven (au // h.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora