Capítulo 1

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Lo primero que sentí apenas desperté fue un pitido en mi oído izquierdo, de esos que te ensordecen un oído mientras el otro cargaba con todos los sonidos. Golpee el lado izquierdo de mi cara tres veces esperando que se fuera y cuando no lo hizo solo suspiré y comencé a cambiarme. Mientras me movía, tomaba cosas del piso, movía mis sábanas, tocaba mi cabello, tocaba mi cara, durante todo ese tiempo mis manos se sentían dormidas a la vez que temblaban y tenían un agarre débil. Ya me había acostumbrado a eso pero no quitaba lo molesto que era tener que tardar media hora para poder ponerme un pulóver y un pantalón. No me gustaba como mi pieza olía, era incómodo el olor a mí en todas partes, no olía mal, pero no me gustaba. Abrí las cortinas seguido de la ventana, haciendo que entrara más luz y aire fresco luego tomé a mi gato de la pansa y me recosté en el suelo con él sobre mi. Tenía un gato de color gris con rayas llamado Miu, tenía muy mal balance y cuando era un gatito sus bigotes estaban todos quemados, no confiaba mucho en la gente por más que es el gato más curioso que he visto, llegando al punto de sentarse a mi lado cuando escuchabamos que Nathan tenía una visita, sentandonos en el pasillo con la intención de poder escuchar de qué hablaban. También solo dormía conmigo además de que le tenía miedo al perro de Nathan, era mi mejor amigo de momento y no sé qué haría sin él. Estuvimos recostados en el suelo unos minutos, pensé que habían sido cinco pero cuando revisé mi celular supe que había pasado casi media hora, recordándome como no puedo medir el tiempo ni para salvar mi vida. Desganado bajé a Miu de mi estómago y me puse de pie para salir de la habitación, al momento de abrir la puerta Miu maulló sonoramente y fué primero a la cocina donde escuché como "Alguien" le hablaba.

—Ohh buenos días precioso —dijo mi compañero de piso Nathan, cuando llegué donde ellos noté como Miu estaba rozando su pierna mientras él llenaba con agua su plato, al escucharme quedó quieto unos segundos— despertáste —mencionó para colocar el bowl de Miu con cuidado en el suelo de nuevo.

—Buenos días —dije mientras me acercaba a la heladera para sacar un poco leche de la heladera, él simplemente caminó con cuidado hasta la mesa donde estaba su café perfectamente preparado en su perfecta taza blanca que parecía no haber sido tocada por más que el café estaba a la mitad.

—Por favor no me digas que vas a desayunar leche con cereales otra vez —dijo cuando escuchó como abría el gabinete que tenía las cajas de cereales, me quedé congelado unos segundos entonces él habló de nuevo— ¿Porqué no tomás café?

—Al menos estoy comiendo algo —murmuré un poco molesto para lentamente cerrar la puerta y acercarme al café.

En mi taza llena de leche coloqué una cucharadita de café y dos de azúcar y después de revolverlo me senté frente a Nathan. Nathan era mi compañero de piso desde hace casi 1 año, nos conocimos gracias a mi hermana, fue un encuentro extraño ya que él estaba en su casa por alguna razón pero aun así intento no pensar mucho en eso, sino que recuerdo mucho más en el día que me mudé aquí, lo recuerdo vivamente y por alguna razón no puedo olvidarlo por más que lo desee, a diferencia del el resto de mis recuerdos que en su mayoría son borrosos e inexistentes.

Ese día intenté arreglarme lo más que pude, me puse una camisa, jeans, unas zapatillas que por más que no eran formales no tenían ningún defecto y eran bastante bonitas, una chaqueta e incluso maquille mi cara para poder disimular mis ojeras. Me sentía raro ya de por sí con la idea de conocer a alguien nuevo y el tener que hacer todo esto para verme lo más "normal" y "presentable" posible para poder tener un lugar para vivir, era estúpido a mi parecer. Golpee la puerta del departamento y unos segundos después él se encontraba frente a mí, él era alto, su piel era morena, tenía pelo rubio dorado con rulos y su vestimenta era muy prolija, al punto que uno pensaría que era un profesor de universidad por lo elegante que se veía, sus ojos eran muy claros pero en ese punto sus ojos era lo último que estaba viendo. Con una gran sonrisa y un ambiente acogedor estiró su mano en saludo hacía mi, ya había dicho algo pero no estaba prestando atención y tenía vergüenza de pedirle que repitiera así que simplemente le dí la mano.

La CicatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora