Roier es hijo único del dueño de una de las empresas más ricas y famosas de la ciudad. Tiene que ser obligado a casarse con algún Alfa digno, ya que al ser Omega, no podrá heredar el negocio familiar. Él no está del todo de acuerdo con eso, ya que é...
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Mi cabeza era un completo desastre, ni siquiera podía concentrarme en el camino de regreso a mi hogar, no recordaba muy bien que es lo que pasó exactamente la noche anterior, lo único que recuerdo es estar con mis amigos en la discoteca, y al día siguiente despertarme con un Alfa desconocido
Fruncí el ceño y cubrí mi rostro de la vergüenza, ¿Que habrá pasado?, Realmente no lo recuerdo con certeza, pero creo que es bastante obvio lo que pasó. Es vergonzoso para mí, pero fue la maldita primera vez que me muestro así ante un Alfa... Fue mi primera vez con uno, Joder, soy un asco, perdí la virginidad con un Alfa que conocí una sola noche y luego lo deje como si nada.
-Joven Roier, se encuentra bien?-
Oí la voz de mi chofer, quién me observaba a través del retrovisor. Yo asentí ante su pregunta sin quitar la mirada del exterior
-Si.. solo tengo algo de hambre-
De por sí era verdad, me estaba muriendo de hambre, pero el verdadero problema era la situación en mi cabeza, ¿Debería de ocultarlo?.
El vehículo se estacionó como siempre frente a la gran puerta de entrada de la mansión, Austin bajó de él y fue a abrirme la puerta-como siempre, vaya-
-Ya te dije que no tienes que abrirme, yo puedo solo, ya no soy un niño-
Le dije mientras salía de dentro del vehículo, él sonrió
-Lo sé, pero para mí lo sigues siendo Roi-
Sonreí ante sus palabras, le tenía micho cariño, él prácticamente es como mi tercer padre, me vió crecer, aparece en la mayoría de mis recuerdos de la niñez y sé que siempre estará para mí.
Todo comenzó cuando.. cuando nací básicamente, él siempre estuvo ahí, mi padre principalmente lo contrato como una clase de guardaespaldas para mí o algo así, pero él supo de inmediato que no hacía falta cubrirme y cuidarme tan al extremo como le pidió mi padre, y eso me agrada, sabe cómo darme mi espacio.
Le agradecí por su servicio y me acerque a la puerta de entrada, antes de entrar a mi hogar, eché un vistazo hacia el cielo, observando las nubes que poco a poco se comenzaban a dispersar y solté un suspiro. Tomé el pomo de la puerta y finalmente abrí.
La casa se veía vacía y silenciosa como siempre, es costumbre no encontrar nunca nadie en la mansión, la gran mayor parte del tiempo papá L estaba en sus oficinas, y papá Q... Realmente no sé dónde se mete.
-Buenos días joven Roier -
Saludó la sirvienta de siempre, quién me recibía con una enorme sonrisa
-Hola, buenos días Amanda, mis padres están en casa?-
