El Club de los Predilectos Parte 5

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Era una noche preciosa bajo la luna...

Su brillo iluminaba los edificios de la gran Academia Eden, incluyendo la torre de la sabiduría, designada para las reuniones de los escolares imperiales...

Su salón principal, tal vez el más elegante y mejor decorado de todo el lugar, rebosa clase, distinción...

Por la derecha tenemos una fila de asientos, de madera de calidad grabados a mano.

Allí sentadas dos bellas estudiantes, Anya Forger y Becky Blackbell...

¿Que hacen aquí a altas horas de la noche?

¡Besarse!

Al borde de un beso francés...

No es tan malo, puede llegar a ser aceptable, cambiemos la vista hacia el joven sentado a su lado, el cual está...

¡Tomando licor!

Ewen Egeburg, no solo está bebiendo de un porta-licores, antes de tomar el siguiente sorbo, tose sangre y mancha la boca de la botella...

—Ugh... Mierda...

Tiene una herida en el Abdomen, parece estar desangrándose...

Uno creería que su amigo Damián al menos permanecería en los niveles de decencia requeridos en esta escuela.

¿Pero que es lo que hace?

Pelear con Emile por un cigarrillo de marihuana...

—¡Fumatelo! —Exclamaba el joven pelinegro desesperado.

—¡Olvídalo, hazlo tu! —Su amigo se negaba.

—¡QUE TE LO FUMES! —Exigia con agresividad.

¿Que fue lo que llevo a estos cinco jóvenes a esta situación tan chocante que haría que los profesores los expulsaran en el acto?

Comienza con una frase...

—¡TE ODIO DAMIAN DESMOND!

Esas palabras fueron suficientes para despedazar al joven, que solo bajó su cabeza, subió a su auto y se fue a casa.

Pasó el tiempo, llegó el nuevo año escolar, todos lograron llegar a preparatoria con éxito.

Pero aquel grupo al que llamaban "El Club de los Predilectos" estaba perfectamente dividido, entre los chicos y las chicas.

Damián no se atrevia tan siquiera a pasarle por un lado a Anya, y sus amigos estaban conscientes de que tampoco era prudente hablar con ella o Becky ya que desde su punto de vista, los tres son igual de culpables por lo que ocurrió.

Fue así como pasaron varios meses en lo que parecía ser un invierno de indiferencia unilateral, solo estar entre ellos provocaba un escalofrío a cualquiera.

En ese tiempo sería lógico que Damián hubiera hallado la manera de superarlo y seguir con su vida.

Pero no era así, cada vez estaba peor, pálido, ojeroso, parecía que llevara días, semanas sin dormir.

La culpa y la presión lo estaban destruyendo.

No podía darse el lujo de distraerse y dejar que bajarán sus notas, ya que le costó caro conseguir la aprobación de su hermano...

Pero mentiría si dijera que eso es lo que lo atormentaba, lo que le impedía dormir estos días...

Fue cuando amaneció, el último día de clases antes del verano...

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