Capítulo 10, parte II

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Nota importante. En este capítulo hay un detalle distinto al epílogo de Contracorriente. Les pido que se queden con lo que se dice en este libro. Contracorriente será editado de todas formas. ❤️

Dedicado a Celina22_1008, no dejes que santi te haga llorar de nuevo ❤️

«Recuerdo el tiempo cuando no conocía ningún dolor
Cuando creía en el para siempre, y que todo seguiría igual.»
—Memories, Maroon 5


Santi

Todo era mi culpa. En ese momento me sentía miserable y no podía culpar a nadie excepto a mí mismo.

Tenía tantas ganas de salir de mi cuerpo que hice lo que jamás solía hacer a menos que me obligaran: fui al gimnasio del hotel para agotarme con ejercicio a ver si así dejaba de pensar.

Dejaba de pensar en ella.

Había pasado meses sin siquiera dedicarle un pensamiento. Ya podía salir con personas y no me acordaba de inmediato de ella, ni comparaba a todas las chicas con ella. Lo había dejado todo atrás y, viendo en retrospectiva, me había sentido mucho mejor con mi vida, a pesar de que mi voz estaba en pésimas condiciones.

Todo había estado encaminado en mi vida.

Hasta que un día me llegó un mensaje suyo, y mi reacción fue responderle de inmediato, porque seguía siendo el mismo idiota de siempre.

María Jesús quería que habláramos porque sentía que no habíamos «cerrado bien nuestro ciclo» y quería que quedáramos en buenos términos. ¿Cómo esperaba que estuviéramos en «buenos términos» si en el fondo todavía la resentía por seguir adelante sin mí? De todas formas, hice lo que una persona madura haría: me tragué mis sentimientos y acepté que tuviéramos esa llamada.

Gran error.

Pésimo error.

La peor decisión que tomé en mi vida. Y eso que constantemente tomaba malas decisiones.

No solo porque al principio fue incómodo —no sabíamos cómo tener una conversación trivial después de todo lo que habíamos vivido—, sino porque cuando llegó el momento de hablar sobre nuestra relación, tuve que escucharla admitir que, durante nuestros últimos meses, ella ya no estaba siendo feliz conmigo, lo cual me destruyó.

—No me sentía libre —me explicó esa vez, triste—. Sentía que me ibas a juzgar con cada cosa que hiciera, aunque no necesitara decírtela. No te gustaban mis amigos y cuando estaba con ellos, sentía que te estaba traicionando. No quería volver a Buenos Aires y tú no parabas de insistirme y molestarte porque yo no quería pasar por nuevas despedidas. Cuando me visitabas, todo te irritaba, nada te gustaba, todo lo juzgabas. Estar lejos de ti era horrible, pero estar cerca de ti era insoportable.

Escuchar eso de la persona que había considerado el amor de mi vida durante años me dejó sin palabras. Cuando le dije que llegué a odiarla durante meses, odiarla de verdad, la escuché llorar. Y yo que no me rompía con casi nada, terminé rompiéndome al escucharla de esa forma, y al encarar tantos sentimientos.

Pero esa no fue la peor parte. Esa fue la entrada y plato principal. La peor parte de esa llamada fue cuando, tras disculparnos y reconocer nuestros errores, ella admitió su motivo para llamarme. El verdadero: que quería aceptar ser la novia de alguien, pero no había tenido una relación desde la nuestra, y... Ni siquiera sé qué carajos tenía que ver conmigo. ¿Qué quería, que le diera permiso? Jamás entendí para qué me llamó. Al final le aconsejé que le dijera que sí al tal Joan ese y le deseé que fuera feliz. Esa fue la única vez que hablamos desde nuestra ruptura, y mi única conclusión fue que ella era una egoísta.

Resonantes © [Indie Gentes #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora