CAPITULO 8

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Ma se limpió las manos en el paño de cocina sobre su hombro y revolvió la salsa que había planeado para la cena. La cocina era una mezcolanza de aromas, todo recordándole a la cocina de casa cuando era una niña. A pesar de la multitud de sirvientes que sus padres tenían, su madre siempre había disfrutado cocinar, especialmente durante las vacaciones. Agarrando una cuchara pequeña, Ma tomó un poco y lo probó. Frunció el ceño mientras trataba de separar los diferentes sabores para encontrar el que faltaba. La salsa del país era bastante fácil de hacer, pero había un ingrediente especial que su madre le había enseñado a usar que hacía que la salsa sólo fuese mucho mejor. Pimienta blanca, eso era lo que necesitaba. Ma buscó en su alacena y movió las botellas alrededor hasta que encontró la que estaba buscando. Una pizca, lo removió y el siguiente sabor era perfecto. Ma cogió una agarradera y abrió el horno, controlando el asado. Se veía muy bien hecho. Quince minutos más o menos y la cena estaría lista. Oyendo un ruido detrás, Ma se volvió. Yoongi estaba en el centro de la isla, preparando una cesta de pan. Había dos barras de pan dulce enfriándose en la tabla de cortar, listos para ser cortados en lonchas y colocados en la cesta.

—Yoongi, ¿podrías asegurarte que la mesa está puesta?

—Puedo hacer eso —dijo Taehyung desde la puerta.

Ma sonrió mientras miraba. —Yoongi puede mostrarte donde están los platos.

Nunca rechazaría la ayuda verdaderamente ofrecida, y Taehyung realmente parecía que quería ayudar. Cuando los dos hombres salieron de la cocina, Ma se volvió a la estufa, revolviendo la salsa de nuevo y colocándola en un quemador a baja temperatura. Las patatas estaban casi listas para preparar el puré.

—Jisoo.

Los hombros de Ma se desplomaron ante el sonido de la voz de su hermano. Realmente estaba esperando evitarlo durante un rato. La volvía loca. No había cambiado ni una maldita pizca en cuarenta años.

—Tenemos que hablar Jisoo.

—No Sehun, no tenemos.

Ma intentaba duramente ser una buena persona, preocuparse de las enseñanzas del Señor y tratar a los demás como quería ser tratada, pero su hermano podía acabar con la paciencia de un santo.

—Esto no va a desaparecer Jisoo, no importa cuánto rabies.

—No pensé que lo haría, pero la elección de cuándo y dónde enfrentar algo, es muy diferente a ignorarlo Sehun. —Ma volvió a sacudir la cuchara de madera ante el hombre. —Esa es una lección que nunca has aprendido.

—Maldita sea Jisoo, no puedes...

Ma golpeó su cuchara en el mostrador haciendo que su hermano saltara atrás. —Esa es otra lección que nunca aprendiste. Nadie maldice en mi casa. Si eliges ensuciar tu boca, lo harás fuera y lejos de mí.

—No puedes estar hablando en serio.

Los ojos de Ma se estrecharon. —Pruébame.

—¿Cómo pudieron nuestros padres dar a luz a dos personas tan diferentes?

—Me lo he preguntado durante años. —Ma giró y regresó a la estufa—. Tal vez realmente tengo la suerte de los irlandeses y fui adoptada.

Sehun se quedó sin aliento.
—¿Cómo puedes decir eso?

—¿Cómo puedo decir eso? —Ma miró sobre su hombro, cuarenta años de ira reprimida hirviendo.
—Trataron de obligarme a casarme con un hombre que era padre de diez hijos antes de que yo incluso naciera, y no reconoció ni uno solo de ellos. ¿Por qué habría de estar de acuerdo en casarme con un hombre así?

Sehun agitó la mano en dirección a la sala de estar. —Por supuesto parece que estás tratando de igualar su récord.

Los labios de Ma se torcieron. ¿Su hermano realmente pensaba que había dado a luz a todos sus hijos? —Oh Sehun, hay tanto sobre mi vida de la que no sabes nada.

LA NAVIDAD (Libro VII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora