tres

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La estridente risa de Nobara se escuchó en todo el aula, mientras miraba sin creer a Itadori.

—Megumi, ¿Qué pasó esa noche? Explícate. —Pidió entre risas, mirando al pelinegro incrédula. ¿Ambos se emborracharon? ¿Dejaste que Yuuji tuviera una resaca?

Increíblemente, el Fushiguro se sonrojó levemente avergonzado.

—Me descuidé, fui al baño y cuando regresé se había tomado como tres cervezas. Traté de llevarlo a casa, pero este cabezón ni me hizo caso, ―le miró con la nariz arrugada—, y luego... luego ocurrieron cosas.

Yuuji no pasó por alto que su amiga miró con recelo a Megumi, alzando una ceja y apunto de reclamar algo. Sin embargo, el timbre resonó antes de siquiera poder mencionarlo.

El pelirrosa tapó sus orejas con algo de molestia, apenas había pasado un día de la resaca pero seguía sintiendo ciertas punzadas con los ruidos fuertes. Y estar justo debajo de la bocina, no venía nada bien.

Gimió con cansancio al pensar en la primera asignatura del día: idioma extranjero. Aquella materia la impartía Nanami sensei y no era una clase pesada, pero Kento era un completo bastardo cuando se trataba de pruebas.

—Megumi, dime por favor que no es semana de exámenes. —Volteó, implorante. El pelinegro, en un asiento a su costado, alzó una ceja y asintió.

—Lo siento por avisarte, pero sí es semana de exámenes. Todos estuvieron avisando de ello la semana pasada. —Yuuji suspiró, rendido.

No es que fuera un mal alumno, usualmente sacaba notas buenas o bastante aceptables. Pero tenía un grave problema cuando estaba desconcentrado y la resaca de hace días le seguía jodiendo la cabeza. No tuvo tiempo de seguir lamentándose cuando Nanami entró al salón, y sin saludar siquiera, de inmediato entregó las pruebas pasando por las mesas.

Cuando el timbre volvió a sonar, anunciando el final de la hora, todos se levantaron para entregar las hojas del examen. El hombre rubio en la mesa de hasta el frente se levantó dispuesto a irse, cuando se detuvo al recordar algo.

—Por cierto, chicos, su siguiente hora es cálculo... Yoshinobu ya no será su tutor, tienen nuevo profesor en esa materia. —Ajustó su corbata, agarrando su portafolio con los exámenes para revisarlos más tarde. —Suerte, creo que lo necesitan.

Y con ello, se largó. Nobara, un asiento detrás de Yuuji y Megumi, pegó el grito en el cielo.

—¡Nuevo maestro de cálculo, por fin! Ya empezaba a detestar a ese viejo amargado, — lloriqueó, fingiendo lágrimas de felicidad. Yuuji se rió. —Espero que el nuevo profesor no sea un desgraciado.

—Será mejor que no te ilusiones. —Murmuró Fushiguro, mientras continuaba leyendo el libro de matemáticas. Probablemente estudiando.

La castaña de pelo corto observó fijo al pelinegro, captando de inmediato:—¿Acaso sabes quién es el nuevo tutor? Escupe el té, Gumi. ¿Quién es? ¿Es guapo? ¿O es viejo también?

Itadori también estaba curioso, pero sabía que si no leía mínimo sus apuntes, estaría completamente perdido en el examen. Así que se dispuso a abrir el libro para estudiar brevemente, a la par que escuchaba los cuchicheos de Nobara.

—Es viejo. Ya hasta tiene pelo blanco. —La chica bufó en decepción. —Oh, y seguro tiene caries, es un adicto a los dulces.

—¡Estás rompiendo mis ilusiones, Fushiguro! Aparte, ¿Cómo lo conoces? —Yuuji continuó leyendo por encima, sin poder concentrarse por escuchar la charla. Tenía que admitir que era un chismoso.

—Bueno, da asco decirlo, y nunca se los he dicho pero él es algo como un padr... —El sonido de la puerta deslizándose hizo eco en el aula, interrumpiéndolo. La mayoría estaba curioso de saber cómo y quién era el nuevo profesor, por lo que se hizo silencio absoluto.

Oh, oh, OH... —Itadori contuvo una risa al escuchar la sorpresa de Nobara. ¿Tan mal estaba el nuevo maestro?

Cuando estaba justo por girarse y contemplar a dicho sujeto, su codo golpeó la pluma que tenía en el pupitre, cayendo al suelo. Realizando una mueca, estiró su brazo, sin ganas de levantarse.

Por suerte, no se había deslizado tan lejos y recuperó con éxito la pluma.

Como eran pocos alumnos, el salón no era grande, por lo que el nuevo tutor ya se había posicionado en la mesa de hasta el frente. Yuuji miró en aquella dirección con curiosidad. Su asiento (y el de Megumi y Nobara, claro está), estaban hasta el fondo, cerca de la puerta, lo que a veces hacía que el pizarrón no fuera tan claro. Y esa fue la razón por la que Yuuji atribuyó que estaba viendo mal.

Quizá empezaba a tener mala vista. Quizá...

El hombre frente a todos lucía relajado y muy juvenil. Sus mechones peliblancos estaban revueltos y el uniforme que llevaba como todos los profesores lucía increíblemente bien en él. La tela se ceñía perfectamente a sus anchos hombros y cintura delgada, resaltando su atractiva musculatura. E incluso con manga larga, los brazos se notaban tonificados.

No era para nada lo que Megumi había dicho, pero Yuuji sabía que conocía al hombre frente a ellos.

—Como seguro Nanami les habrá dicho, soy su nuevo tutor de cálculo, Satoru Gojo, —acomodó los lentes oscuros sobre su nariz, mirando hacia abajo para darle un vistazo a las hojas que llevaba en las manos, —sé que quizá no es la mejor manera que nuestro primer día juntos sea con un examen, pero así con las cosas. —Sonrió, todavía con ese tono juguetón que lucía característico en él.

El pelirrosa sintió un estremecimiento recorrerlo: ya ni siquiera lo dudaba, él había sido el hombre con el que había estado hacía dos noches. Podía reconocer esa voz donde fuera, le había susurrado ronco al oído, sosteniendo con ese agarre firme su cuerpo, el recuerdo fugaz de su cabello blanco reluciente, su timbre juguetón y peligroso...

Yuuji saboreó el nombre entre sus labios: Gojo Satoru. El hombre no le había dado su nombre y el saberlo ahora le ocasionaban sentimientos encontrados. Itadori era consciente que tarde o temprano Gojo descubriría su engaño, y aquello no era buena idea.

Trató de agachar la mirada, evitando contemplarlo directamente. Si tenía suerte, tal vez Satoru no lo recordaba, tal vez tenía tantas aventuras que un rostro como el suyo ni siquiera estaría en su memoria. Exhaló para tratar de tranquilizarse.

Fue entonces cuando sintió una mirada abrasadora.

Quiso evitarlo, pero fue inevitable no seguir la sensación y fijar la vista en su nuevo maestro de cálculo, que, incluso con lentes oscuros puestos, sabía que lo estaba mirando atento. Yuuji podría jurarlo frente a un estrado. Los ojos azules que recordaba se sentían como un peso enorme, que lo consumía en una sensación —aunque no quisiera admitirlo—, muy agradable.



—Dulzura, ¿estás seguro que eres mayor de edad? —le preguntó con seriedad el peliblanco, mientras tiraba de su pierna con suavidad, abriendo un espacio suficiente para observar los muslos trigueños del pelirrosa, los cuales temblaron por la excitación.

Yuuji, con las mejillas, las orejas y la nariz sonrojada, asintió despacio, evitando hacer contacto visual. Gojo lo atribuyó a la timidez.

Itadori resistió el impulso de decir la verdad, demasiado curioso en saber lo que el hombre peliblanco le haría. Y por ello, el engaño se deslizó como una serpiente silenciosa.



Itadori no tenía duda, Gojo ya había descubierto su sucia mentira. Rápidamente desvió la vista, sonrojándose como un tonto.

Midnight Mess  ☇ GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora