once

1.7K 211 20
                                    

Habían pasado un par de semanas desde el examen diagnóstico y Yuuji en vez de aclarar sus sentimientos, sentía su (insano) interés aumentar por el adulto. Sumado a la culpabilidad luego de que Megumi les contara que dicho hombre era algo "similar a un padre"; Itadori tambaleaba entre la moralidad de su conciencia y el impulso hormonal de su cuerpo.

Gojo, en palabras del Fushiguro, era lo más cercano a un padre que tenían tanto él como su hermana. El albino era similar a guía o protector que estaba al tanto de ellos y con lo que podía los ayudaba ante su padre problemático: el señor Toji. El pelirrosa desconocía cómo es que Satoru los había conocido o desde cuándo había empezado esa labor de apoyo "parental"; su amigo pelinegro no les había dicho. Por lo tanto, luego de escuchar aquella historia lo más lógico sería desechar cualquiera idea y ni siquiera plantearse algún tipo de relación con Gojo, ¿no es así?

Al menos para Yuuji, no había funcionado de esa forma.

A pesar de que Satoru había mantenido una distancia considerable y gélida desde el incidente vergonzoso de su erección, Itadori empezó a sentirse más atraído por cada tutoría y clase a la semana de una manera que incluso le avergonzaba.

El pelirrosa era una persona extrovertida, estaba más que claro. Sin embargo, tal característica parecía esfumarse o ser inexistente cuando se trataba de su sensei. Ya había perdido la cuenta de los tontos balbuceos que soltaba cuando el mayor se dirigía a él o de los sonrojos que lo delataban que se hacían presentes con frecuencia.

—Yuuji, siempre has sido del tipo impulsivo, así que de una vez te advierto que tengas mucho cuidado y pienses dos veces antes de hacer alguna estupidez. —Le había advertido Nobara un par de días antes, cuando le había confesado que su sensei empezaba a llamarle la atención más de la cuenta.

En aquel momento Itadori asintió, pero era más fácil decirlo que hacerlo. Sumado a que recientemente había notado un problema: no era el único que gustaba de Gojo sensei.

Los cuchicheos en el aula siempre finalizaban de la misma manera, con Satoru. En su mayoría eran halagos o suspiros platónicos de las chicas hacia el albino. Y aunque Yuuji no quería admitirlo, la punzada de una mezcla de enojo y... celos se hacía presente como una molestia constante.

Por supuesto, sensei siempre ignoraba o pretendía no conocer de ello evadiendo las insinuaciones con su característico humor. Y en parte, era también esa actitud de distancia que le hacía dudar a Itadori. Si de casualidad..., él también lanzaba alguna indirecta o señal, ¿Gojo también fingiría no entenderla? ¿Lo rechazaría fríamente al igual? Eran preguntas bien infundadas y que le aterraban a la par.

No era un idiota: sabía bien que Satoru había mantenido límites confusos con él, pero ni así era capaz de discernir si se estaba arriesgando demasiado al plantearse siquiera la idea de iniciativa.

Suspiró profundo, alzando la mirada para observar el reloj, faltaban solo diez minutos para que se terminara la clase de cálculo y empezara el tiempo libre. Decir que no se sentía abrumado era cuanto menos. Su corazón empezaba a palpitar como un desquiciado cuando rondó por su cabeza la idea que lo había estado carcomiendo toda la semana.

Nobara y Megumi a su lado lucían aburridos, casi hastiados. En ese punto ya nadie le prestaba atención a los ejercicios del pizarrón que Gojo había escrito, la mayoría estaba ansioso porque el timbre sonara y con ello salir disparados hacia el comedor o la cafetería. Usualmente, él estaría igual.

Pero no ese día.

Satoru yacía sentado en una posición lánguida y despreocupada en la silla de su escritorio, prestando atención a lo que sea que estuviera viendo en la pantalla de su celular. Itadori regresó su rostro hacia los apuntes, evitando mirar al adulto por más tiempo del necesario. Los minutos estaban pasando tan lentos... Y puede que esa haya sido la razón por la que, cuando el timbre resonó por todo el Instituto Jujutsu, Yuuji sintió que era Navidad.

Casi todos sus compañeros salieron del aula, dejando a sus amigos esperando por él con miradas inquisitivas:— ¿Vienes? —preguntó la castaña, chasqueando la lengua y tirando de su capucha. Megumi observó el intercambio disimulando un bostezo con el antebrazo. 

El pelirrosa asintió, apresurándose en responder:—Sip, pero antes discutiré algo de las tutorías con sensei.

Kugisaki lo miró con una ceja alzada, murmurando algo inteligible. En cambio, el pelinegro le advirtió con una mueca.

—Bien, pero no tardes. —Demandó ella, tirando del Fushiguro hacia la salida. Yuuji estuvo a punto de sonreír forzado cuando su maestro carraspeó la garganta a sus espaldas.

—¿Qué ocurre, Itadori? También es mi hora de descanso, por lo que apreciaría si no me retienes mucho. —Preguntó amable, en un tono alegre que le dieron escalofríos al menor.

Cuando se giró, el hombre ya había abandonado su dispositivo y le prestaba total atención. Los pasos de sus amigos habían dejado de oírse por lo que intuía que ya debían estar en el pasillo. Pensó rápido en una excusa.

—Yo- ammm, quería saber de la tutoría del viernes si era posible... —se acercó un paso— poder cancelar. —Dos pasos. Los latidos de su corazón palpitaban también en sus orejas, nervioso.

—¿Hay alguna razón en especial? —Tres pasos, casi cuatro. No faltaba más que un metro a lo mucho. Gojo lo contemplaba expectante.

—En realidad, sí. —Yuuji se aventuró más. Setenta centímetros. O cincuenta. —Por esto. —Y en tan solo dos zancadas, Itadori terminó con la distancia, abalanzándose al cuerpo del mayor en un acto desvergonzado e impulsivo.

Era un rojo sagaz, adictivo. Sus mejillas se colorearon de un delicioso carmín que hacía juego con el rosa de su cabello. Sus labios estaban ardientes, ansiando tirar o chupar de algo. Y sus manos, deseosas de tirar de la chaqueta del hombre.

Estaba besando a Gojo sensei.

Midnight Mess  ☇ GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora