cinco

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Gojo cerró la puerta de su auto luego de colocar su tablet en el asiento trasero.

Para sorpresa suya, se encontraba de buen humor. Si el hombre era honesto, no había esperado nada de aquel día.

Su larga experiencia siendo maestro nuevo en diferentes planteles siempre daba como resultado miradas curiosas y otras tantas de bastante recelo. No había creído que aquella ocasión fuera diferente: Jujutsu era una escuela bastante importante con sede en Tokio, pero su largo historial de directiva con viejos que no traían nada nuevo no la hacía tan próspera como lo había sido en algún momento.

El peliblanco suspiró, retirando sus lentes oscuros y revisando aburrido las notificaciones de su celular, mientras reclinaba su asiento de conductor para estar más cómodo.

Chasqueó la lengua al notar que su iPhone empezó a vibrar y con un vistazo, leyó el nombre de Suguru.

—¡Suguruuuuu, a que no adivinas! —exclamó juguetón, mientras echaba un vistazo por la ventana de su auto, pasando la vista por los estudiantes que salían de sus clases.

La voz de la llamada resonó en el silencio del deportivo:— ¿Ahora qué ha pasado? ¿Acaso te despidieron en tu primer día como maestro en Tokio?

Gojo bufó, sin estar realmente molesto.

—Nah, imposible. —Hizo un gesto desdeñoso, sabiendo que Geto no podía verlo. —Es otra cosa, en relación a lo que pasó en la fiesta de la otra vez.

Pasaron algunos segundos en completo silencio, con el pelinegro procesando.

Oh, creo que lo recuerdo. Aquella fiesta en la que despertaste y te dejaron plantado, ¿No? —Esta vez Gojo resopló.

—Sí, esa. —El peliblanco retiró la vista de la ventana y la regresó hacia el techo de su auto. Debía mandarlo a limpiar.

Claro..., ¿y qué con eso?  —Gojo negó con cierta diversión y cansancio. Suguro siempre sería así.

—No mucho, encontré al chico. —Soltó con cierta indiferencia en su tono, curioso de la respuesta de su amigo.

Al otro lado de la línea Geto sintió su mandíbula desencajarse. ¡Tan rápido lo había encontrado! Maldita rata blanca, casi parecía un acosador. Y en parte, también era un alivio. En tan solo esos dos días el peliblanco no había hecho más que quejarse y lloriquear por su supuesto "orgullo herido" al no haberse despertado junto al —a palabras de Satoru— hermoso ángel de cabello rosa.

¿Cómo lo encontraste? Dime que no hiciste nada ilegal, por favor, —Gojo rió ante eso, negando de inmediato—. ¿Y qué vas a hacer con él? ¿Acaso por fin quieres una relación establecida?

—Lo encontré por simple casualidad hoy por la mañana. Y no, no tendré una relación con él, al menos no una con esa intención. —Contestó con tranquilidad y un tono seguro, algo bastante inusual.

Suguru guardó silencio por otro par de segundos, procesando la información. Gojo era demasiado versátil y espontáneo, por lo que tenía que analizarlo y estarlo observando constantemente para tener alguna idea de lo que estaba pensando o de lo que iba a hacer.

¿Esta mañana? ¿Acaso no estabas dando clases? Si te escapaste ya verás cuando regreses acá, te voy a dar una jodida paliza que-

Los ojos de Gojo brillaron con diversión. Geto enojado era divertido.

Espera, espera, espera. Acabo de pensarlo y necesito estar equivocado, —el peliblanco sonrió de lado mientras revolvía distraídamente su cabello. —¿El chico del que tanto hablabas y buscabas es un crío de la escuela donde ahora eres profesor? ¡Le llevas como 10 años!

En mi defensa, yo no tenía idea de que fuera un adolescente. Y me mintió con que era mayor de edad.

—Joder, Satoru. Dime que no harás nada estúpido. —Pidió el pelinegro, con un tono más serio.

A Gojo le pasó por la cabeza el recuerdo de Yuuji. Un nombre que le sentaba más que bien.

Habérselo encontrado en la escuela y el salón donde estaría impartiendo clases no había sido precisamente una buena sorpresa, en especial al enterarse de la edad del chico. Sin demasiado esfuerzo, Satoru fue capaz de recordar la sopresa e incredulidad que el pelirrosa había tenido al haberlo observado en el aula.

Sus mejillas sonrojadas y el leve tartamudeo era lindo, muy lindo.

—No haré nada estúpido, Geto. No seré la persona más ética o moralista, pero conozco los límites. Y Yuuji está muy fuera de ellos. —Habló, a la par que recordaba como el chico había mordido su labio inferior inconscientemente, dejándolo humedecido y de un tono tan rojo que solo incitaba a acercarse y chuparlo con tanta fuerza que-

¿Entonces qué es lo que vas a hacer? —preguntó el pelinegro, con un tono de duda y cierto recelo.

Gojo, aprovechando que su amigo era incapaz de verlo sonrió de manera sádica, y con un brillo bastante interesado.

—No mucho, solo una pequeña venganza, —el hombre pareció pensar en sus palabras, porque pronto se corrigió—: más bien, una lección.

¿Lección?

—Sí. Le enseñaré a Yuuji que no es buena idea meterse con adultos.

Midnight Mess  ☇ GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora