trece

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Yuuji había empezado a pretender que Gojo no existía. Eso, gracias al consejo de sus amigos, quienes luego de haber escuchado lo del beso y el conflicto interno del pelirrosa; habían optado por la opción más segura: fingir demencia.

Por ello, desde ese fatídico día, llevaba racha de cuatro donde su sensei de cálculo era invisible. No de manera literal, claro. Pero había empezado a evitar el contacto visual y el cruce de palabras. Había faltado el viernes a las tutorías, tal como le había dicho, pero el martes también y no estaba seguro sobre qué consecuencias podría acarrear.

Satoru al inicio le había ignorado también, pero Itadori no había tardado en percatarse de que los últimos días el albino parecía darle mucha más atención de lo que nunca había hecho. En clases, cuando nadie observaba, Yuuji notaba cómo a propósito Gojo realizaba contacto físico.

Siempre era casual, muy sutil. El adolescente llegaba a preguntarse si lo imaginaba.

Pero aquello era imposible, porque cuando contestaba los ejercicios y el sensei pasaba para revisar, solía felicitarlo revolviendo su cabello, bajando la mano hasta su cuello para darle una breve caricia y un apretón. Solo lo había hecho dos veces, pero en ambas ocasiones Itadori había temblado de nervios con su rostro hirviendo en respuesta.

El pelirrosa no terminaba de entender cuál era el propósito de Satoru-sensei y lo confundía más.

Por supuesto que le gustaban los toques fortuitos. Gustar era poco.

—¡Debes resistir, Yuuji! No te dejes engañar con sus artimañas. Trata de seducirte. Y entiendo por qué, pero debes ser fuerte. —Le había advertido Nobara por llamada una noche en tono de hermana mayor, tratando de hacer que entrara en razón.

El pelirrosa había suspirado, respondiendo con una afirmación. También le había preguntado de Megumi, quien había guardado silencio respecto al tema y empezaba a sentirse incómodo.

—Mmm, yo que tú no me preocuparía. Si está molesto no es contigo, sino con sensei.

—¿Estás segura?

Su amiga le animó, recomendando que pronto hablaran de ello. Yuuji estuvo de acuerdo, porque fuera de eso, nada había cambiado. Era cierto que en las clases Megumi se había vuelto mucho más protector, pero ni siquiera actuando de guardián había podido detener las miradas que el albino y el pelirrosa compartían.

Itadori no podía mentirse a sí mismo con la idea de que "no ocurría nada". Menos, cuando justo en ese momento estaba en clase de cálculo un viernes. Desde que la hora había empezado, Gojo no dejaba de pasear justo a su asiento; colocaba su mano en el respaldo en medio de una explicación, exudando un aura masculina que le hacía tragar con fuerza, nervioso. Los roces tampoco faltaban, pero siendo tan disimulados que los únicos que lo percibían eran ellos.

Su amigo pelinegro parecía un perro enseñando los dientes, lanzándole miradas de advertencia Gojo. Pero claro, el hombre las ignoraba, con su energía y sonrisa habitual.

Para ese momento, Yuuji ya se había decidido: también faltaría ese viernes. ¡¿Cómo carajo siquiera podría ir cuando deseaba tanto a su sensei hasta el punto de que sus piernas fallaban?! La tensión en el aula no bajó en ningún instante e incluso Nobara se giró varias veces hacia él para alzar las cejas.

Cuando el timbre sonó, ni siquiera dudó antes de salir disparado del aula. O al menos esa era la idea de no ser porque mientras todos se concentraban en cerrar sus mochilas, Gojo detuvo el movimiento de su cuerpo, sosteniendo la capucha de su sudadera. Enseguida, lo regresó al asiento. Yuuji rehuyó de su mirada.

—Te quedarás aquí y esperarás a que regrese, ¿entendido? —murmuró el hombre solo para él, justo antes de que Megumi se irguiera de la silla, percatándose de su presencia.

Midnight Mess  ☇ GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora