Cap 9: Sorpresas

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A la mañana siguiente, Arnold se levantó antes del alba, el silencio de la casa de huéspedes aún envuelto en la penumbra de la madrugada. Su mente estaba llena de incertidumbre y su corazón, cargado de una inquietante preocupación, mientras se preparaba para ir a las oficinas de la alcaldía y conocer los resultados del crucial concurso de licitación. 

Cuando estaba a punto de salir de la casa de huéspedes, Geraldine, apareció en el umbral de la puerta y le pidió al joven que la llevase en su auto. Arnold, con la nobleza que siempre lo caracterizaba, no pudo negarse y accedió a su solicitud, sin prever las ondas de conmoción que esta acción podría provocar en una rubia de ojos azules, cuyos sentimientos permanecían en un delicado equilibrio.

En las oficinas de la alcaldía:

-Ya es las 8 de la mañana y es raro que no salgan los resultados

-Calma André....es obvio que ganaremos nosotros

-No sé por qué, pero no me siento tan seguro, Helga...te había comentado anteriormente que había una empresa que nos daría la batalla

-Si André...pero no creo que esa empresa se tan buena como para sacarnos de la carrera

-Eso espero...y Geraldine que no llega...¿Dónde se habrá metido?...si sigue así, tendré que despedirla

Mientras esperaban, Helga permanecía de pie junto a la ventana del tercer piso, con la mirada perdida en el horizonte. Su mente estaba envuelta en un torbellino de emociones, pero de repente, sus ojos se fijaron en un resplandeciente auto azul que se estacionaba frente al edificio. El latido de su corazón se aceleró a un ritmo frenético cuando descubrió quién estaba al volante.

Sin embargo, la euforia que la había invadido se desvaneció en un instante cuando vio a Geraldine en el asiento del copiloto. Los celos, como una tormenta repentina, la arrasaron con fuerza. La visión de la pelirroja a su lado, compartiendo ese momento con el hombre que amaba, encendió una llama de desesperación y frustración en su pecho. La tentación de abalanzarse hacia la pelirroja y alejarla de su amado era casi irresistible.

Minutos después, Arnold y Geraldine hicieron su aparición en el hall del tercer piso, donde se encontraban los demás presentes. La tensión en el aire era palpable.

Helga estaba completamente desorientada, sin entender el motivo de la presencia de Arnold en aquella reunión. Su mente, aturdida por la sorpresa, luchaba por procesar la inusual situación. No podía evitar clavar su mirada en él, tratando de descifrar la razón de su aparición en un lugar donde no encajaba. Cada vez que sus ojos se encontraban con los de Arnold, un torbellino de emociones la asaltaba, mezclando incredulidad con un creciente desconcierto.

— Helga... ¿Qué tanto miras a Arnold? — susurró Geraldine con voz cargada de enojo, al darse cuenta de la obsesiva atención que la ojiazul le prestaba al rubio.

— ¿Acaso es asunto tuyo? — replicó Helga con un tono desafiante, sus ojos chispeando con desdén — Puedo mirar a quien quiera, no te debo explicaciones.

— Tienes razón — admitió Geraldine con frialdad, acercándose más — Pero déjame dejar algo claro... Arnold es mío.

— Eso es algo que no me preocupa en absoluto — contestó Helga, con una mirada implacable fija en Arnold, mientras la tensión entre ambas mujeres se volvía casi tangible.

-¿Estás segura?...es obvio que te mueres por él...seguramente ya se conocían del pasado...aunque si eso fuera cierto, él me lo hubiera comentado y pues ayer que estuvimos juntos no me habló, para nada de ti...¿quieres que te cuente lo que hicimos? – le preguntó, disfrutando al ver el desconcierto en el rostro de su rival, sus palabras impregnadas de un retorcido placer.

Vuélveme a quererDonde viven las historias. Descúbrelo ahora