s t a r b o y s ; bill & tom kaulitz

012

10:00 PM. Hamburgo, Alemania.
Narrador Omnisciente.

La noche era oscura, realmente fría por la reciente lluvia eléctrica y las nubes aún cargaban agua en ellas. Las calles de Hamburgo abrieron paso para el jóven adulto de trenzas negras y bandana que caminaba apurado y completamente paranóico.

Sus manos en sus bolsillos esperaban calentarse, la llovizna se hacía presente marcando las gotas en la vestimenta negra del hombre.

Al llegar a su casa abrió la puerta con fuerza asegurandose que nadie estuviera ahí. Se guió hasta la mesa ratona para sentarse en el suelo y con uno de sus brazos deslizó las cosas que habían, dejando caer vasos que explotaron en varios pedazos de vidrio.

Las lineas blancas hechas con una tarjeta de crédito estaban perfectamente alineadas, tres por lo menos. Tres lineas que se apresuró a esnifar, tapando uno de sus orificios nasales e inhalando con el otro.

Su cabeza se posó sobre el sofá que estaba detrás suya, sus ojos admiraron el techo por unos minutos.

Ahora estaba completamente drogado.

(...)

La chica de cabello rubio y ojos grises como el monzón estaba sentada frente a un gran ventanal mientras su amado de cabellos negros y rastas blancas rodeaba su hombro y acariciaba este con delicadeza estando a su lado.

Juntos veían la llovizna hacerse una gran e importante tormenta eléctrica y las gotas empapaban el vidrio.

— Bill... ¿Tienes idea dónde está Tom?

El menor negó, hacía días que estaba totalmente desaparecido y con contacto cero, a pesar de estar preocupados por él lo único que podían hacer era esperar.

Más de veinte veces fueron las que Khrista hizo sonar su teléfono sin obtener respuesta alguna más allá que el pitido de la contestadora.

— Tengo miedo de que le haya pasado algo. Pasaron muchos días.

— Y sí, hasta me curé el brazo en lo que desapareció este imbécil, pero siempre hace lo mismo. —el chico le sonrió cálidamente. — No te preocupes.

La salamandra hacía el sonido relajante del fuego que junto a la lluvia se volvía una sinfonía totalmente meliflua para los oídos de ambos. Sus ojos conectaron por unos pocos segundos antes de que sus labios cedieran y terminaran con la poca distancia en un corto y casto beso antes de volver a apreciar el cielo desde el ventanal.

En la cabeza de la chica empezó a resonar el tema que recientemente había concretado con la banda de su hermano y recordó el por qué de aquella escritura.

Sus manos comenzaron a sudar frío y su respiración a hacerse pesada.

[2004, pasado]

— ¿Por qué tenías que hacer esto? ¿Acaso soy una broma para ti? —sus lágrimas caían sobre sus mejillas pálidas. — ¡Dime qué mierda quieres de mí! No estoy para tus juegos.

— Es más que obvio que te amo. —desde la linea por fin oyó la voz de su casi novio Tom.

— No, tú no me amas. Si realmente lo hicieras esas fotos no existirían.