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1:00 AM. Hamburgo, Alemania.
Narrador Omnisciente.

A pesar de Tom estar internado, la chica sentía que era solo el comienzo de una serie de eventos que destruirían su vida casi por completo.

Tan solo quince días eran los que faltaban para su próximo concierto, sin embargo nuestro guitarrista se veía como si no pudiera siquiera tocar una cuerda y hacerla vibrar lo suficientemente fuerte para que suene.

Caminando de un lado a otro y resoplando ambos esperaban noticias del paciente, sin saber qué esperar o decir a los médicos que preguntarían una y otra vez si sabían lo sucedido.

— Ya le hemos dado el alta, puede irse.

Por la puerta salió un doctor y detrás de él el dichoso chico. Sus ojeras eran negras y arruinaban la armonía de su rostro con descaro.

A cara de perro Khrista se le acercó y lo abofeteó con fuerza antes de dar un largo suspiro y conteo mental para calmar su ira.

— Te drogaste, intentaste encamarte con mi mejor amiga ¡Te volviste a drogar, convulsionaste, casi mueres! ¿¡Qué esperas, que te demos cariño!?

— Puedo explicarlo...

— No hay nada que explicar, Bill me contó todo. No puedo creer que seas así de infantil. No te refugies en la droga por culpa de tus propias acciones, pudiste haberte negado. —el hombre quiso hablar pero fue silenciado por un siseo. — Eres un idiota, olvidate de mí hasta que realmente madures.

Tom fue dejado con la palabra en la boca viendo como Khrista tomaba la mano de su hermano y se alejaba por aquellos blancos pasillos.

Otra vez quiso morir.

(...)

10:00 AM.

La espalda de la chica era acariciada por su hermano, Bill y Georg trataban de animarla con golosinas y chistes pero nada parecía hacerla sonreír.

Por sus mejillas corrían lágrimas que otra vez eran causadas por Tom Kaulitz.

Bill sentía un completo vacío en su pecho al ver a su querida de esa manera, pronto una idea se le ocurrió y fue en búsqueda del objeto que quizá subiría un poco su humor.

— Khris~ —llamó el chico con una voz aguda. — Soy mini Bill, ¿Me recuerdas? Tú me hiciste, mami.~

Ambos Schaefer levantaron la cabeza con una sonrisa, ella tomó al peluche entre brazos y lo presionó contra su pecho, sorbiendo su nariz una y otra vez.

— Claro que lo hago, mi mejor creación para una personita especial.

Las mejillas del destinatario del comentario se tornaron carmesí y sus labios fueron besados con delicadeza.

— Bueno, bueno. Mucho beso.

Todos rieron al comentario de Gustav, él solo se cruzó de brazos con una ceja levantada.

— Creo que deberíamos hablar con Tom, faltan quince días para el concierto, no podemos dejarlo afuera.

— ¡Deja de amarlo! Por dios, Khrista. —Georg se llevó una mano a la frente. — Hasta que no deje de ser un tarado que se arregle solo.

— Igual lo quiero, me duele pero lo quiero. No es mal chico, solo es medio bobo a veces.

— Tiene razón Georg, es un tarado. —añadió Bill. — Pero no tendremos guitarrista si no, se va a ofender y adiós concierto en Berlin.

A la chica mucho no le preocupaba el concierto, solamente quería volver a verlo y que todo se arreglara por al menos unos días, le dolía estar lejos de él pero no quería seguir sufriendo por sus acciones.

Tan pronto como dejó el peluche en la cama alguien tocó la puerta de su casa. Ordenó a todos esconderse y se acercó a ella arreglándose para abrir.

Su mueca de sorpresa se abrió al ver a un Tom cargado de golosinas y peluches.

— ¿Me perdonas?

— ¿Piensas que con cosas materiales se arregla todo?

— No, déjame terminar. Sé que he sido un imbécil e inmaduro pero aún me duele verte con mi hermano. Odio verte con otra persona que no sea yo.

— Eso es capricho.

— No, créeme. Confío demasiado en ti como para saber que eres la chica más leal que existe, pero odio que los chicos se acerquen a ti pensando que tienen una oportunidad. La oportunidad que tuve yo de amarte.

— Y la desperdiciaste.

— Lo sé, por eso vengo de rodillas a pedirte una disculpa por todo.

Khrista echó una rápida mirada a su derecha para ver a Bill, quien asintió.

— Te perdono, pero nunca vuelvas a tocar una droga. Casi muero cuando te vi pálido y sin respirar con espuma en la boca.

— Lo siento...

El menor se adentró en el monoambiente y dejó las cosas encima de la cama antes de acercarse a su amada para volver a probar sus labios. Ella le sonrió.

— Tienen sabor a coca cola, así debes seguir.

Él rió antes de abrazarla por su cuello y acurrucar su cabeza sobre la suya soltando un par de lágrimas y tomando largas bocanadas de aire.

— Pensé que te perdía otra vez.

— Eres una llorona, Tom Kaulitz.

12:00 AM. Berlin, Alemania.

A seis días del concierto los chicos llegaron a Berlin en aquella calurosa van que amaban gracias a Wagton. Todos observaron el hotel en el que se quedarían y maravillados corrieron hacia adentro llevando sus pertenencias consigo.

La jóven manager le pidió a la recepcionista las llaves de sus habitaciones para poder dejar todo ahí y salir a caminar un rato antes de volver a ensayar.

Recorriendo las calles de la capital Bill se percató de algo que no era de suma importancia pero sería algo que su querida chica recordaría toda su vida.

— Debemos ir a una tienda de música. —dijo el chico tomando la mano de Khrista. — Esta chiquita no tiene micrófono propio.

Ella lo miró enojada, no porque haya hecho algo malo, si no que no le gustaba que le llamaran chiquita. Se lo remarcó y una vez le pidió perdón, los dos se alejaron del grupo para ir hacia el local más cercano.

Entraron y sonrieron al escuchar el sonido de la campana de la puerta. Echaron un ojo por el gran lugar, buscando un micrófono que se adaptara a la personalidad de la rubia.

El pelinegro los divisó y fueron hasta allí a revisar, entre las cajas encontraron un micrófono que a la chica le pareció fantástico. Era rojo con una gran estrella roja de plástico sobresaltando de él al frente.

— Eres una chica estrella ahora.

— Eso creo. Es hermoso.

Ella dejó el instrumento en la caja y una vez pagado salieron del lugar solo para darse cuenta que estaba lloviendo.
Con sus manos entrelazadas caminaron un rato hasta la esquina de la cuadra del hotel donde Bill frenó de golpe haciendo preocupar a la chica.

— ¿Te gusta la lluvia

— Mojarse no, pero el sonido que hace sí. —dijo entre una sonrisa mientras juntaba su cuerpo al del chico.

Él tomó su rostro entre sus manos y admiró su belleza por unos segundos antes de llevar su boca a la suya, siendo ladrón del ósculo que Khrista sintió más importante en su vida. Sus corazones sincronizados latían al compás de la lluvia y ambos sonrieron entre el beso.

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(Astartea)

bILL ES UN ROMANTICO BAFTA

s t a r b o y s ;  bill & tom kaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora