18. O.N.U.

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La policía acudió rápidamente a la escena donde había ocurrido todo. La pelea entre nuestros héroes y Byron Hate había causado muchos estragos en la cuidad.

— Habéis hecho que la ciudad esté peor que antes – les dijo un agente a los dioses – sin embargo, habéis derrotado a los villanos y eso es algo que os agradezco.

— Gracias – respondió Strange.

— Aunque no os quitaremos el ojo de encima – terminó.

Strange se despidió y abrió un portal a su casa, los cuatro chicos le siguieron y lo cruzaron.

— Ahora el gobierno estará mas enfadado con nosotros por haber hecho más desperfectos – dijo Claude.

— Nosotros solo cumplíamos con nuestro deber – respondió Bryce – es cierto que ha muerto gente inocente por nuestra culpa, pero no nos vamos a quedar quietos si alguna maldad acecha nuestro mundo.

El chico de cabello blanco tenía razón, los cinco se sentían mal y culpables por la muerte de civiles que no han hecho nada.

La mesa era muy ancha, tenía veinte sillas por lo menos. En las paredes, banderas de distintos países y en una de las paredes una gran pantalla.

Entraron veinte hombres con uniforme distinto, cada uno era el presidente del gobierno de cada país. Todos se sentaron en las sillas.

— Buenas tardes a todos – anunció el presidente de EE.UU. – estamos aquí reunidos para tomar una gran decisión. Estoy seguro de que todos vosotros os habréis percatado de que no estamos solos en el universo. Hemos recibido una invasión de unos extraterrestres muy fuertes. ¿Cuáles son vuestras opiniones al respecto?

El presidente de Italia alzó la mano para pedir la palabra y dijo:

— Pienso que podría ser muy útil que estuvieran de nuestra parte por si nos atacan fuerzas enemigas. Ya hemos visto de lo que pueden llegar a hacer.

— Precisamente por esa razón – interrumpió el presidente d España – tendríamos que expulsarlos de nuestro planeta. ¿Quién dice que no se pondrán en nuestra contra?

— Yo estoy de acuerdo con España – dijo el presidente de Alemania.

— Yo estoy a favor de Italia – dijo el presidente de Noruega.

El presidente de EE.UU. ordenó que hubiera orden en la sala, se puso de pie y alzó la mano en señal de silencio.

— Está muy bien que todos tengamos ideas, pero yo digo que hagamos una votación anónima de lo que queremos, y lo que salga por mayoría así se hará – explicó.

A todos los presentes les pareció una buena idea, así que se pusieron manos a la obra. Un hombre que estaba allí repartió varios papeles para que pudieran apuntar sus votos cada uno.

— Lo que tenemos que decidir es si queremos que los dioses se queden en este planeta – indicó EE.UU. – si estáis a favor, marcad un tic en el papel, si estáis en contar, marcad una equis.

Los presidentes de los distintos países hicieron caso a las instrucciones y metieron los papeles en una urna que había allí.

El mismo que repartió los folios empezó a sacar uno a uno los votos y a pronunciarlos en voz alta.

— Un voto a favor – empezó – dos votos a favor, uno en contra, dos en contra...

Después de sacar todos menos uno, la cosa estaba en un empate, el último papel decidiría todo. El hombre lo sacó y lo abrió.

— A favor.

Finalmente, la decisión fue que los dioses se quedaban en el planeta. El presidente de Francia levantó la mano para poder hablar, y se le concedió.

— Propongo llamar al señor Stephen Strange y votar más cosas importantes en su presencia.

— ¿Qué más habría de votar? – preguntó Rumania.

— Los dioses se van a quedar, eso está claro – respondió – pero yo pienso que deberíamos redactar unos acuerdos para que solo puedan actuar bajo nuestro mandato y permiso, ¿no os parece?

Los políticos estaban de acuerdo con lo que estaba diciendo, era una gran idea, así no causarían tanto daño a gente inocente.

Llamaron al Hechicero Supremo y unos minutos después apareció un portal del que salió él.

— Bienvenido a La Organización de las Naciones Unidas señor Strange – dijo EE.UU.

— Doctor Strange – corrigió el mago – ¿Por qué estoy aquí?

— Toma asiento – invitó España – estas aquí porque estábamos haciendo unas votaciones a cerca de tus chicos.

Strange puso cara de impresión y dijo:

— ¿Qué votaciones?

— Hemos decidido que los dioses se pueden quedar aquí, en este planeta, pero que tenéis que firmar unos acuerdos si queréis seguir habitando este lugar – explicó Francia.

— ¿Y eso era todo? – preguntó Stephen.

Afirmaron con la cabeza. El mago se rio y se levantó de la silla, sabia que ya no tenia nada que hacer allí y decidió abrir un portal e irse.

— Redactaremos los acuerdos y se lo enviaremos a casa – dijo EE.UU. – eso es todo, fin de la reunión.

Cada presidente se levantó y salió de la sala. La reunión había finalizado, y habían quedado en redactar unos acuerdos para que los dioses solo defendiesen el planeta con el permiso del gobierno.

Más tarde, en casa de Strange, el mago les contó a los chicos lo que había sucedido en la reunión y los acuerdos que tenían que firmar.

— Yo no pienso firmar eso – dijo Claude – me niego.

— Si nos negamos nos exiliarán – aclaró Bryce – no podemos dejar que pase eso.

El dios del fuego estaba enfadado, él quería actuar con libertad.

— Ojalá Érimos siguiera existiendo, no tendríamos que estar viviendo en este planeta habitado de imbéciles – dijo.

Por desgracia, el planeta de los dioses del que hablaba Claude fue destruido por Bailong hace ya más de una década. Tenían la obligación de firmarlo, les gustara o no.


Byron Love - La Espada PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora