Capítulo nueve

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Dos semanas después del entierro de Lucy Jauregui, una mañana yo estaba acostada en la cama cuando de pronto oí el canto de un pájaro que provenía de la ventana. Desde el accidente, empecé a dormir pésimo; más de una vez me despertaba bañada en sudor. Esa mañana fue diferente. Intenté ignorar el canto del pájaro, pero no pude. Era estridente, me perforaba los tímpanos. Sé quién eres, parecía decirme, y sé lo que hiciste.

Me preguntaba cuándo vendría la policía por mí. El pájaro sabía que vendrían, y me estaba alertando de que lo harían pronto. Era absurdo, lo sé, pero en mi desequilibrado estado, creía eso.

Desde el funeral, tuve pesadillas. Una vez soñé que encontraba a Lucy todavía viva en la zanja, que respiraba con dificultad y que gemía. Y que yo me daba vuelta y me iba caminando, lejos, dejándola morir. Me desperté agitadísima. Salté de la cama y comencé a caminar por el cuarto hablando conmigo misma, hasta que al fin me convencí de que sólo había sido una pesadilla.

Lucy había muerto de una hemorragia cerebral. Yo no iba a gran velocidad, pero la autopsia sentenció que por el impacto se golpeó la cabeza contra una roca. Dijeron que eso sucedía una vez en un millón. Yo no estaría tan segura. ¿Qué tan jodido tenía que ser el destino para que a nosotros nos pasara? ¿Por qué todos tendríamos que cruzar nuestros caminos en ese lugar y de esa maenra?

Me preguntaba si Lauren sospechaba de mí, si en contacto con cierta inspiración divina podría llegar a conjeturar que yo era la culpable. Me preguntaba qué le iba a decir si debía enfrentarme a ella. ¿Le gustaría escuchar que todo fue un accidente? ¿Que el descuido fue de ella fue mayor que el mío? ¿Que ella no debió salir a trotar de noche por un camino peligroso, que era más lógico que estuviera en su casa? ¿Que ella saltó directo hacia mi vehículo?... Pero al final, ella fue la víctima, nada cambiaría ese hecho.



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Charlie llegó a la prisión estatal de Hailey un poco antes de las dos. Tom Vernon, el carcelero, lo encontró en la puerta y lo llevó adentro por los pasillos. Vestido así, parecía más un gerente de banco que el guardia de una de las prisiones más seguras del estado. Iba peinado con una raya al costado, dividía las dos partes meticulosamente, el cabello estaba salpicado de tonos grises.

Los dos caminaron por un vestíbulo amplio, dejando atrás una pequeña sala de recepción. Finalmente llegaron hasta la oficina de Vernon.

—Quiero hablar contigo sobre ese preso —empezó Vernon —no quiero que te sorprendas.

—¿Por qué lo dices?

—Earl Getlin perdió un ojo. Se lo arrancaron durante una reyerta en el patio. Ha escrito media docena de demandas alegando que en parte es responsabilidad nuestra.

Vernon se detuvo brevemente.

"¿Por qué me estará diciendo esto?", se preguntó Charlie.

—El punto es que lleva mucho tiempo diciendo que le tendieron una trampa — Vernon alzó sus brazos —, y sé que todo el mundo que viene aquí asegura que es inocente. Ahora bien, si tú estás aquí para obtener información, no creo que él te la de, a menos que esté pensando que, a cambio, podrá salir de aquí. E incluso así puede mentirte.

Charlie observaba a Vernon.

— ¿A quién acusa de haberle tendido una trampa, tienes idea?

—Según lo que oímos asegura que fue un individuo llamado Otis Timson.

Un lugar en nuestros caminos (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora