Capítulo once

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El domingo por la mañana, un poco después de las ocho, Camila oyó que alguien llamaba a su puerta. Mientras se levantaba para atender, deseaba por un lado que fuera Lauren, pero por otro, sinceramente, no. ¿Sabría que ella llamó a Charlie? Y si era así, ¿estaría enojada o lastimada?

Al abrir la puerta, sin embargo, sonrió aliviada.

—Hola, Sofi —saludó—, ¿qué haces por aquí?

—Necesito hablar contigo —entraron y se sentaron en el sofá.

Camila se incorporó:

—¿Qué sucede?

—Llamaste al jefe de Lauren, ¿no?

Camila se pasó una mano por el cabello.

—Sí, como me dijiste, no tenía opción.

—Tengo que saber algo —le dijo.

En la tranquilidad del cuarto, la voz de Sofía parecía oírse a un volumen aún más alto.

— Necesito saber si realmente piensas que Lauren llegaría demasiado lejos.

Camila se inclinó hacia adelante. Trató de escudriñar los ojos de su hermana, pero ella miró hacia otro lado.

—Bueno, no puedo leer la mente —replicó ella —, aunque sí, eso supongo.

—Creo que le debes decir a Lauren que no vaya tras el individuo que arrestó.

Camila la miraba fijamente. Ella se volvió hacia ella; los ojos de Sofía tenían una expresión suplicante.

— Tienes que hacer que entienda.

Camila frunció el entrecejo.

— Explícame, ¿qué sucede?

—Te estoy preguntando qué crees que hará Lauren.

—Pero, ¿por qué? ¿Por qué es tan importante para ti?

— ¿Qué le sucedería a Jonah?

Ella pestañeó.

— ¿Jonah? —repitió incrédula.

— Lauren debe pensar en él, antes de que hacer algo.

Camila sacudió su cabeza lentamente.

— ¿No has pensado en que ella podría ir a la cárcel? —le preguntó Sofía.

Ella la agarró fuerte de las manos.

— Espera, no te estoy entendiendo, no hagas más preguntas y dime qué sucede.

.

Ése fue el momento de la verdad, la razón por la que había ido a su casa. Era hora de confesar lo que yo había hecho. Sabía que palabras la lastimarían. Mi hermana estaba muy enamorada de Lauren, y Lauren de ella —me lo dijo tantas veces—. Y Jonah las amaba a ambos.

La noche anterior me di cuenta por fin de que, permaneciendo en silencio, más vidas podrían ser destruidas. Missy había muerto por mi culpa. Y yo ya no podría vivir con otra tragedia innecesaria. Aunque para salvarme a mí misma, para salvar a un hombre inocente, para salvar a Lauren Jauregui de sí misma, yo sabía que tenía que sacrificar a mi hermana. Ella, que había estado en todo y no tenía la culpa de nada, tendría que mirar a los ojos a Lauren y contarle que su propia hermana había asesinado a su esposa, aun arriesgándose a perderla para siempre, porque ¿cómo podría mirarla ella luego?

"Yo sé..." dije finalmente, "...quién conducía el auto aquella noche".

Ella me miró fijo, casi sin entender lo que le estaba diciendo. "¿Lo sabes?" me preguntó asombrada y yo asentí. "Era yo, Camila...", susurré, "...era yo la que conducía".

Un lugar en nuestros caminos (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora