Ⅴ: Astromelia imperecedera

69 10 17
                                    

Jeon JungKook se sintió verdaderamente afortunado de volver a verla, de contemplar el rostro de quien durante toda su vida se encargó de sostener su mano y solo soltarla cuando la calidez de un abrazo era lo que su alma necesitaba.

Ella desde el momento en que sus pequeños ojos obsidianas la reconocieron como su hermana, Jeon YeoBeen, se empeñó en colmar su vida de sonrisas y travesuras, aun cuando los separaba una diferencia de seis años, ella personificó su rol como hermana mayor de la mejor forma en que una pequeña podía hacerlo al atender las palabras motivadoras de sus padres el día en que le presentaron el pequeño cuerpo de un bebé envuelto entre una suave manta que contenía el deseo que por tanto tiempo pidió.

Para ella tener un hermanito fue la realización de un pedido que le hizo a sus padres y que llegaría unos dos años después, un adorable y pequeño azabache tan similar a ella en rasgos así como el ónix de sus ojos, conocieron la mayor adoración que se podía sentir por otra persona, una a la cual amo desde el momento en que se enteró de su existencia y cuando sus brazos lo sostuvieron se juró a sí misma no permitir que nada llegara a lastimarlo o al menos que no enfrentara solo las adversidades que la vida tendría para su bonita estrella.

―Te he extrañado tanto, Kookie ―expresó la azabache mayor, sin querer deshacer el abrazo que mantenía con su hermano, a quien no veía desde hace un mes, cuando había tenía la oportunidad de verlo, dado que junto a sus padres se turnaban para ir a visitarlo, y por más que en ocasiones el deseo de pedirle a alguno de ellos que le ceda su oportunidad se abstenía de hacerlo, porque así como ella, sus padres lo anhelaban aún más.

Sin embargo, el vínculo que la unía a su hermano era único e irremplazable, como un cordón invisible que los sostenía desde el vientre en donde fueron fecundados y desarrollados, aunque en tiempos y circunstancias distintas, pero que a través del mismo se formaron y fueron dados a la vida para convertirse en hermanos, una sensación inexplicable comenzó a florecer en su interior cuando la primera sonrisa de una pequeña carita rosada y un poco gruñona le sonrió solo con sus encías a ella cuando escucho su voz darle la bienvenida al mundo, y en el toque de algodón de una pequeña mano hallo el sentido que ahora a sus veintiocho años entendía a la perfección.

Así tuviera que recorrer las intrincaciones y los laberintos del tártaro para rescatar el alma y la cordura de su pequeño hermano lo haría caminando sobre fuego. Pero todo trascendencia más allá de la voluntad que estaba dispuesta a entregarle a JungKook, cuando existían lagunas que continúan sumergiendo la consciencia de su hermano en tormentos que no debería seguir cargando, no cuando en un día que estaba destinado a estar colmado de dicha y alegría terminó en el más trágico desenlace que lo tenía prisionero en el presente.

―Gracias por haber venido ―exclamó JungKook aun siendo acunado en el reconfortante abrazo que mantenía con su hermana, tratando de absorber la calidez que tanto había extrañado.

―Sabes que si de mí dependiera, vendría cada vez que es día de visita, pero es una lástima que me toque compartirte con mamá y papá ―aunque no era del todo mentira, porque si pudiera iría en cada oportunidad a verlo.

―Si ellos te escucharan ―canturreo el azabache deshaciendo finalmente el abrazo y sosteniendo las delicadas manos de su hermana entre las suyas, reconociendo la suavidad de su piel y la familiaridad del toque que durante toda su vida percibió. 

―Pero como ellos no están aquí y tú no les vas a decir nada puedo permitirme el quererte solo para mí, aunque sea solo por esta vez ―respondió YeoBeen, depositando un beso sobre la frente descubierta de su hermano, quien en los últimos meses le había crecido bastante el cabello y que ahora sujetaba en una adorable coleta―. Te ves hermoso con el cabello largo Kook ―halago sin poder evitarlo.

Clemencia Psicótica || TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora