Epílogo: Nuestra utopía

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5 AÑOS DESPUÉS

Sabe que debe despertar, aunque el sonido ensordecedor de la alarma taladrando sus tímpanos no sonó ya que pudo prescindir de ella al no tener que ir al trabajo, porque él como su propio jefe a sus veintisiete años elige sus días libres y hoy es un día importante, así que pudo silenciarla y dormir unas horas más, hasta que sintió un pequeño peso subir a la cama y si bien ya está despierto decidió fingir que duerme para ver que hace su pequeño.

Pequeñas pisadas que se van acercando y trepan por su abdomen hasta llegar a su pecho y sentir como la nariz fría del hocico de su pequeño Pomerania le toca la barbilla queriendo despertarlo, su pequeña bolita marrón y oscura, usualmente es el encargado de sus dos compañeros de despertarlo.

Y sin poder contenerse rodea el pequeño cuerpo de Yeontan y se gira con él entre sus brazos para acurrucarse con el pequeño que ladra saludándolo.

―Hoy te gane Tannie ―mencionó el azabache sonriendo en grande cuando un cuerpo más grande se lanzó sobre la cama para unirse al abrazo con pequeñas lamidas que comenzó a dejar sobre su cabello y frente―. Bamie buenos días para ti también ―con su brazo restante atrajo a su pequeño Dóberman que fue recibido por su otro compañero.

Sus dos pequeños caninos que están con él desde hace dos años, son la manifestación de los recuerdos que construyó en un pasado junto a TaeHyung, él siempre fue partidario de la adopción y de tener un lugar apto para cuidarlos. Una decisión a la que llegó después de estar un año en la absoluta soledad del departamento de ambos, así él no lo haya podido conocer, desde donde quiera que su alma esté ahora puede verlo.

Por lo que, después de estar más de dos años en tratamiento cada semana de su vida, fue dado de alta y la frecuencia de sus terapias ahora se remite a una cada quince días, convivió consigo mismo en ese espacio hasta que un día se sintió lo suficientemente preparado para integrar a su vida los anhelos que prometió cumplir con su novio, y así llegó Yeontan un pequeño con ciertos problemas de salud, que al verlo se llevó todo su amor y meses después en una visita de rutina al veterinario conoció a su terremoto en miniatura que sin buscarlo llegó a él un día de lluvia que aún le trae malos recuerdos con los que sigue tratando de reconciliarse.

―Vamos, arriba muchachos, que hoy no puedo llegar ni 5 minutos tarde o si no su padre los dejará huérfanos ―bromeó repasando mentalmente la agenda que debe cumplir para estar a la hora indicada por su mayor tormento.

Apurado para evitar retrasos, se levantó dando zancadas por los juegos de sus cachorros que parecían conspirar en su contra.

―Ustedes no me ayudan ―murmuró regando las plantas que tiene en la sala como una especie de invernadero debido al techo de vidrio que las hace relucir en conjunto con el espacio bohemio y artístico de su zona de pintura que está al lado del piano de cola que fue un regalo de sus padres y la academia donde aún sigue tocando, el cual se lo dieron como sorpresa cuando se mudó al departamento y desde ese día ha estado entre lienzos y partituras de piano.

Al inicio no sabía si continuar su carrera como pianista, ya que, toda su vida fue bañada por el color gris de la desesperanza y la melancolía durante los dos años siguientes a su despertar. El primero fue todo un caos en el que vivió la etapa más cruda de la depresión, una que sigue enfrentando de vez en cuando. El segundo año fue una pausa, lo detuvo en el mismo punto originado por la culpa de la que le costaba desprenderse, como nadando contra la marea que por momentos le daba tregua y le permitía llegar a la orilla, pero antes de dar un paso para afirmarse las olas volvían a ahogarlo, un esfuerzo que desintegró su espíritu y fue un tiempo al que recuerda cubierto por la bruma de sus temores.

El tercero llegó con el arribo de un futuro que comenzó a dimensionar. La independencia que anhelo al obtener la remisión psiquiátrica en el avance de su tratamiento y la autonomía que con ella ganó. Su gran familia le ayudó a cuidar durante ese tiempo de ausencia el lugar que eligió para vivir junto a TaeHyung, después de una serie de remodelaciones mínimas como pintura, alfombras y retirar la pared que dividía la zona de la sala con la cocina, todo el piso se transformó en un espacio abierto a excepción de las dos habitaciones y el baño. Un año que vivió en soledad tratando de retomar su vida, no donde la dejó, porque sin su novio allí nada podría asemejarse al pasado, por lo que, inició de nuevo a partir de las cenizas y lo que quedó de la batalla que por poco termina por consumir su vida.

Clemencia Psicótica || TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora