Ⅸ: Diamante de sangre

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De nuevo una sensación conocida y aborrecida controló el centro de sus recuerdos, tomando a su consciencia para hacer de ella lo que su inconsciente quisiera, proyectando los miedos ya vividos y que almacenados residían por una sola razón.

La supervivencia emocional del ser y de una mente que ya no parecía poder retener el peso que se le concedió sin desearlo. Pero así es como llega el sufrimiento sin ser pedido o esperado, sin anunciarse o avisar de su avasallante contienda para fracturar la realidad que lo sostiene. Se crea su propio camino, derrumbando los obstáculos tornasolados que en el interior habitan y que naufragan en la potente tormenta de ácido que derrite lo conocido, para crear deformados recuerdos que edifican la nueva realidad.

Una inevitable experiencia que lo cautivaba a ser un mero espectador inundado por el ferroso olor de la sangre que caía sobre sus párpados, arremolinándose en la espesa cortina que sus pestañas creaban hasta rebasar su contención y caer a través de ellas, deslizándose sobre sus ojos y siguiendo el perpetrador camino para bañar su rostro en el escarlata de la sangre que de su cabeza caía.

Por favor, necesito que abras tus ojos su voz rasposa se hizo oír, aunque las palabras fueron dichas sin ser consciente de lo que decía. Solo las percibió al crear el sonido lastimero que inundó el espacio que ocupaba su cuerpo en el exterior brumoso que estaba en la penumbra absoluta, que era tenuemente iluminada por el fulgor de la luz de la luna que entre el resguardo de las nubes se presentaba y las pequeñas llamas que el impacto del carro provoco contra el asfalto.

Y con desespero comenzó a buscar con su vista empañada mientras trataba de limpiar con sus temblorosas manos sus ojos del vitalicio líquido que los cubría, deshaciendo la máscara bermellón que los cegaba del aterrador panorama que ante sus orbes se presentó.

El automóvil al cual le hablaba adivinando o presintiendo quien estaba allí atrapado, esperando ser escuchado y que su clamor fuera concedido o de lo contrario la su vida perdería todo sentido formado, porque en él se anclaba la felicidad que comenzó a despertar en su vida. Si el cuerpo inerte que bañado en sangre no abría sus ojos o le dedicaba una nueva sonrisa, su existencia se desvanecerá hasta acompañarlo al lugar donde su alma fuera.

―Kook, despierta ―la preocupación inundó el tono barítono de la voz del castaño que por más que lo intentaba, su pareja no lograba salir de la pesadilla que lo mantenía perturbado y sufriendo en medio del sueño.

A quien estuvo llamando, tratando de no desesperarse y acunando el cuerpo impropio para que su calidez y realidad lo trajera de vuelta. Y pareció funcionar cuando una honda respiración fue tomada por Jungkook que en un sobresalto cayó estrepitosamente en el presente que habitaba.

―¡No me dejes! ―exclamo el azabache en medio de la semi consciencia que lo forzaba a despertar y a la que se aferró en un último grito de piedad, no creyendo que podría sobrevivir después de presenciar el desenlace final, cuando el cuerpo ajeno al propio fue llevado a través de una sala fría y decante de la cual él no volvió a salir.

Sin comprender en donde se hallaba más que la tormenta de clamores y gritos desgarradores que continuaban reproduciéndose hasta que la voz perteneciente al de orbes ámbar se presentó ante su rostro y encontró la respuesta a la mayor incógnita que en su interior germinaba.

El amor diluido en sus iris cobraba avidez cada que sus miradas se encontraban, eclipsando una a la otra en medio de los recuerdos perentorios que fueron bautizados al profesar el eterno sentir que los vincularía hasta la inexistencia. Porque estaba seguro que no volvería a amar con la misma intensidad a otra persona que no fuera él, que no fuera Kim TaeHyung.

―Aquí estoy mi cielo ―su voz recuperó la delicadeza que había perdido en la impotencia de no poder rescatar a su pareja. Siendo una situación que debía ayudarle a controlar, porque era parte del tratamiento desarrollar cierto grado de autonomía y responsabilidad del propio malestar, que puede ser contenido por medio de las estrategias que se les enseñaban en las terapias.

Clemencia Psicótica || TaekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora