V. No soy tan pelotudo

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"NO SOY TAN PELOTUDO"




Despertó en la habitación que compartía con el Kun, con un trapo húmedo en la frente. Las sábanas se sentían pegajosas. Estaba todo sudado, y se encontraba débil. Lento y con una expresión de dolor, logró incorporarse en la cama con ayuda de los codos.

"¿Qué carajos pasó...?", se preguntó, desconcertado. Había estado teniendo pesadillas, y sus recuerdos se confundían con las escenas de sus sueños. Pero recordaba vagamente haber despertado con calor

El corazón le dio un salto. ¿Y si...?

En ese momento la puerta se abrió y entró el Kun. Por un instante sus miradas se cruzaron, pero Leo apartó la suya de inmediato.

—¡Al fin, boludo! —(sonaba despreocupado como siempre)—. Ya te iba a encajar un beso a ver si te despertabas, la puta que te parió.

Sintió que la cama cedía bajo el peso de su amigo, que se sentó a los pies.

—¿Qué hora es? —preguntó antes de que él pudiera hacer ningún comentario sobre lo que fuera que pasó. Su voz sonaba muy áspera.

—Eh... no sé, pá. ¿Por qué?

Leo se quitó las mantas de encima y entró un poco en shock al ver que estaba en ropa interior. Por un instante sus ojos se posaron en el Kun, inquisitivos, pero bajó la vista cuando éste le devolvió la mirada.

—¿Cuánto estuve así? —interrogó, apresurado.

Mientras el Kun lo miraba con desaprobación, fue sacando los pies de la cama y apoyándolos en el suelo.

—Quedáte en la cama, Leo. ¿Para qué te vas a levantar? El partido ya terminó, el entrenamiento, todo —murmuró el morocho con un suave aire de reproche.

No lo escuchó. Se agarró de la mesita de noche y se levantó de un brinco. Sí. Le dolía todo. Las piernas le flaquearon y su rodilla cedió, de modo que se precipitó para el costado, agarrándose del Kun para no irse a la mierda mientras éste lo atajó a su vez por los brazos. Luego lo empujó hacia la cama.

—¡Tenés que descansar, idddiota! —lo retó. Su severidad estaba, de algún modo, llena de cariño—. ¿Ves lo que te pasa por no hacerme caso? Hasta Ferreira dijo que si volvías a jugar así, te dormía de un palazo. Y eso que es médico...

Leo le clavó la vista.

—¿Qué? —lo recorrió con la mirada—. ¿Hablaron con Ferreira?

—Sí, tarado. Te vino a ver. Yo le dije.

Leo empalideció, lo miró desesperado y colérico.

—¡¿Sos pelotudo, vos?!

El Kun mostró cierta irritación.

—¡Y qué querías que haga, tarado? ¿Qué tiene que lo llame, aparte?

—¡Y si me desmayé nomá', no hacía falta!

—¡Sí que hacía falta si estabas en...!

En ese momento Sergio se quedó callado. Apretó los labios, lo midió con la mirada, y apartó la vista.

—No, pá... Vos no te acordás.

—¿De qué? —casi susurró, empalideciendo. Inconscientemente se echó un poco hacia atrás en la cama.

𝐀𝐂𝐄𝐏𝐓𝐀 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora