XII. Y en los amigos

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"Y EN LOS AMIGOS"



Después de la práctica, cuando el sol empezó a caer, se juntaron en la cafetería a tomar mate. Era el último día que pasarían en el predio, y querían aprovecharlo juntos.

Mientras tomaban mate, mientras reían y charlaban, mientras cantaban "truco" y bajaban las cartas, Sergio advirtió que Leo estaba un poco inquieto. Parecía estar apunto de patear un penal, y no saber cuándo iba a sonar el silbato.

Nico y Ángel ganaron la partida. Leo casi estalla de ira; odiaba perder, y les juró que la próxima les hacía cinco puntos en la primera ronda. Ellos se rieron; Nico empezó a burlarse, y Leo empezó a calentarse en serio. Sergio le rodeó el cuello y le susurró cerca del oído: "Tranquilo, pá, dejálos celebrar una vez que ganan".

Y Leo no dijo nada más.

Juntaron las cartas, tiraron la yerba del mate, guardaron el termo, y cuando estaban subiendo juntos las escaleras, Sergio sintió que Leo tiraba de su remera.

—¡Kuni! —lo llamó en voz muy baja.

Él se dio vuelta, deteniéndose y mirándolo confundido.

—¿Podés llamarlos?

—¿A ellos? ¡Eh, muchachos! —gritó.

Ángel y Nico se dieron la vuelta.

—¿Qué pasa?

—Les tengo que decir... —susurró Leo hacia el Kun.

Sergio abrió los ojos, impresionado.

—¿Lo de...? ¡Les vas a decir ahora?

—¡Sí!

Sergio titubeó, como urgido por lo repentino de todo.

—¿Que...rés que les diga yo? —se ofreció.

—¡No! Yo les digo —Leo sacó pecho. Pero después volvió a encogerse—: Vos...

—Si nos van a decir que son novios, no hace falta, ya lo sabíamos —dijo Nico alzando la voz sobre sus susurros.

Lo ignoraron.

—...Vos sólo...

Miró a un costado por un momento. Después lo tomó del brazo.

—Quedáte cerca mío.

Sin decir más, lo soltó y subió hasta donde estaban los otros dos, enfrentándolos. Así de decidido como era con una cosa, lo era con casi todo. Quizás se los había ocultado por mucho tiempo. Pero ahora que estaba ahí parado frente a ellos, su mirada era firme y su gesto seguro. El Kun lo siguió, colocándose a su lado, sin escapársele cómo la mano de Leo, en puño, se relajaba cuando él se acercó. Lo hizo sentir bastante importante, de hecho.

—Les tengo que decir algo. Sobre lo que... —se encogió de hombros—. Lo que soy.

—¿Qué? ¿Sos gay?

Nico se ganó un manotazo en la nuca (que le dio Ángel).

—¡Escuchálo, pelotudo!

—¡Bueno, bueno! Dale, Leo, decínos.

—Sí, pero escuchen: no se lo tienen que decir a nadie.

Los dos se miraron, después lo miraron a él y asintieron, repentinamente serios. Leo escudriñó sus ojos, con los suyos tranquilos, graves.

𝐀𝐂𝐄𝐏𝐓𝐀 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora