XVI. Sos mío, soy tuyo

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NOTA: contenido no apto para menores.





"SOS MÍO, SOY TUYO"


Lionel Messi era omega y ya todo el mundo lo sabía. Se hablaba de él en las noticias, en las redes sociales, en los diarios, en las calles, en las casas y en la cancha.

Llovieron críticas, chismes, rumores falsos y preguntas entrometidas. Los periodistas no dejaban de armar conjeturas. Cada vez que Leo miraba a algún alfa, o cada vez que lo abrazaba, salían titulares como: "¿Es Lavezzi el alfa de Leo? ¿Está marcado ya? Se cree que el omega podría ocultar la marca con maquillaje". Enseñaban ridículas fotografías de su cuello, señalando marcas inexistentes que sólo se podían ver con la imaginación.

Nadie cuestionaba su amistad con el Kun. Probablemente no se esperaba que estuviera con un beta. Por eso mismo, la prensa estalló cuando éste lo besó en medio de una celebración.


Tiempo después, en una entrevista, cuando al Kun se le preguntó al respecto, declaró:


"Nah, lo besé porque... Porque es mío y quería que todos lo sepan, ¿no?"


Sus compañeros de equipo lo supieron mucho antes, durante el inicio de un partido de práctica. Leo no tenía pensado que todos se enteraran tan pronto. Pero el Kun era demasiado pegajoso, ansioso e impulsivo.

Maradona comenzaba a dar indicaciones, cuando Ángel zamarreó el hombro de Nico.

-¡Pará, gato! ¿Me lo queré dislocar? ¿Qué pasa?

-Mirá pal' costado. Disimuladamente. Son Leo y el Kun.

Nico giró el cogote a una velocidad animal.

—¡EEEAAAAAAAA! —gritó cuando los vio besándose, tan fuerte que todo el equipo, técnicos y DT incluidos, voltearon a mirar también.

Leo se despegó del Kun, enrojeciendo, escondiendo la cara entre las manos y riendo. Los demás rompieron en exclamaciones, burlas, felicitaciones y chillidos de alegría.


Después de eso, Maradona casi los cambia de habitación. Los dejó quedarse en la misma con la condición de que se portaran bien. Tenían un mundial que jugar y no podían gastar energía en "otras cosas".

Así que las cosas siguieron como siempre. Lo único diferente era que ahora habían besos, abrazos y mariconadas.

A veces, el Kun se acostaba abrazando a Leo, apoyando la cabeza en su pecho mientras él veía la tele. Era gracioso. Si Leo no le acariciaba el pelo, a los cinco minutos levantaba la cabeza y se estiraba hacia él, buscando sus labios. Así que Leo tenía que mimarlo si quería ver la tele tranquilo. A veces el Kun se relajaba tanto que terminaba durmiéndose.

—So' como un cachorrito, ¿sabé? -le dijo Leo en una ocasión.

—Cuando termine el mundial te voy a agarrar y vamo' a ver si soy o no soy un cachorrito —dijo el Kun en un tono desafiante.

-¿Y si te agarro yo primero? -lo jodió Leo, estirando la mano para tocarle el culo.

—Vos vas a ir abajo, gil. Te voy a hacer morder la almohada y no te vas a poder levantar en una semana.

—¿Qué decí'? Si con eso que tené' no podé' lastimar a nadie.

Kun cazó sus muñecas, estampándolas contra la almohada, inclinándose sobre él tan cerca que su pelo le rozaba la frente.

𝐀𝐂𝐄𝐏𝐓𝐀 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora