VI. Discusiones

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"DISCUSIONES"


Lionel se removió entre los brazos del Kun, dándole un leve codazo en el pecho en su intento por apartarlo, mientras decía con un tono brusco:

—Bueno... Soltáme, dale. ¡Soltáme!

Sergio se había alejado un poco, pero aún seguía con las manos sobre él, sin entenderlo. Lionel pareció tomar su desconcierto de un modo distinto, y acabó por voltearse hacia él con fiereza, dándole un codazo mucho más violento que el anterior.

—¡Soltáme, la puta que te parió! —estalló.

—¡Bueno, pará! —protestó el Kun, saliendo de la cama—. No te pongás así, che... Yo solo...

—¡Más te vale que no le hayas dicho a nadie!

—¡No, si yo...!

—¡Si le llegá' a decir a alguien te mato! ¡¿Entendé'?! No le digá' a nadie.

Con una amenaza brutal brillando en sus ojos, Leo no se veía como un omega. Ni siquiera parecía Leo. Kun había intentado explicarse tantas veces que ya no tuvo ánimo de hacerlo. En cambio lo miró con indignación y soltó en un murmullo:

—¿...Tan poca confianza me tenés?

Leo le clavó las pupilas, abriendo grandes los ojos. Su cara se coloreó de ira.

—¡Y si me estuviste revisando las cosas, tarado! ¡¿Cómo mierda queré' que confíe?!

—¡Pero eso es diferente, pá! Es diferente. Estaba preocupado por vos. Me mentías..., ¡no sabía qué pensar, boludo! Pensaba, no sé... ¡que te ibas a morir! ¿Entendés? Y después se me ocurrió... con todo lo que pasó... La inyección, vos en el baño, la... "fiebre". ¡Y tenía que saber...! ¿Cómo no me vas a contar a mí? ¿Te pensás que yo te voy a juzgar?

Hubo un silencio. Leo bajó la mirada y Sergio volvió a sentarse sobre el colchón, despacio, observándolo con cautela. Le dijo en un tono suave:

—Mirá, Leo... Nunca le voy a decir a nadie si no querés. Pero para mí esta boludez te complica la vida al final. —Leo frunció el entrecejo—. Si no lo ocultaras no tendrías que pasar por cosas como lo de hoy. ¿Qué te van a hacer? ¿Te van a echar del equipo, boludo? O sea, no es para tanto. ¿A quién...?

Leo, que lo miraba fijamente como si no pudiera creer lo que escuchaba, estalló.

—¡¿Y vo' qué sabé'?! ¡Si no sabé' una mierda, mejor calláte! 

—¡Y "qué" tengo que saber? 

—¡Aunque te explique no va' a entender, no te entra en la cabeza! 

—¿Sabés? Para mí que no hay nada que saber. ¿Qué pasa, en realidad? ¿Te da miedo lo que piensen? ¿Qué? ¿Te sentís menos por ser omega, boludo?

Leo no contestó. Tenía una expresión dura, como si estuviera poniendo un muro entre los dos, viéndolo como si jamás hubiera llorado en su hombro, como si nunca le hubiera contado un secreto vergonzoso; como si para él no fuera nadie.

Si no sabés, mejor calláte.

—Bueno —balbuceó.

Sin decir nada más se puso de pie y se dirigió a la puerta.

—¿A dónde va'? —masculló Leo.

Abrió la puerta, volteó a mirarlo antes de salir.

—Vos sos el que no me quiere cerca.

𝐀𝐂𝐄𝐏𝐓𝐀 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora