XV. Son unos tarados

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"SON UNOS TARADOS"




Esa mañana el celular de Leo empezó a sonar justo cuando él estaba en el baño, así que atendió el Kun.

—¿Hola?

—¿Vos quién sos? ¿Dónde está el pibe?

Ese tono tajante sólo podía ser de una persona.

—¿Leo? Eh... No puede atender ahora. 

—¿Y quién sos vos? ¿El otro pibe? Decile al pibe que no tome más pastillas.

"Fua, todo el mundo es 'el pibe' para él", pensó el Kun.

—Sí, sí —dijo—. Ya no toma más. Pero... coso. ¿Vio? El aroma es muy fuerte me parece, ¿no hay algo para...?

—No. Es fuerte porque como usó supresores toda la vida, la glándula, digamos, no pudo madurar. Con las semanas se va a ir estabilizando, pero mientras tanto que tenga cuidado.

—¿Cuidado con qué?

—¿Con qué te pensás, pibe?

Y le cortó. 

—Viejo maleducado —dijo Kun al escuchar el silbido.

Tiró el celular en la cama y se sentó al borde con un resoplido, codos sobre muslos y la cabeza recargada en las manos.

No mucho más tarde, Leo salió del baño.

—¿Todo bien, Kuni? —preguntó al ver su mala cara—. ¿Quién llamó?

—...Ferreira —contestó—. Dijo que no tomes más pastillas.

—No estoy tomando.

—¡Sí, ya sé! No te dije que las estuvieras tomando, pelotudo.

Leo arrugó el ceño.

—¿Qué te pasa? —preguntó.

—¡Nada!

¿Qué le iba a decir? ¿Que estaba celoso porque otros podrían sentir su aroma y él no? ¿Que no quería que nadie lo mire, que nadie le hable, que nadie lo toque? Leo dijo que no lo cambiaría por nadie. Pero una vez que se consiguiera un chongo, chau. Se olvidaría de él.

La voz de Leo interrumpió sus miedos.

—Bueno, levantá el culo y vamo' a desayunar, entonce'.

Con un bufido, se levantó y bajaron juntos. Cuando salieron al pasillo, el Kun se acercó y le rodeó la cintura con el brazo, recargando su peso en él con un quejido casi perruno. Leo se limitó a mirarlo de reojo, pero no dijo nada.

Apenas bajar al comedor, los alfa alzaron la cabeza como suricatas. 

—¿Qué miran, manga de pajeros? 

—Uh, éste... —se quejó uno de los chicos. 

—Calláte, Kun —dijo Leo—. Buen día —añadió después, para los demás.  

Le devolvieron el saludo amigablemente y luego cada uno volvió a lo suyo. Ellos buscaron sus bandejas y fueron a sentarse con Nico, Ángel y Gago. El Kun echó una mirada mezquina alrededor. 

𝐀𝐂𝐄𝐏𝐓𝐀 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora