XIII. Atlas

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"ATLAS"



En el avión Kun vio a Leo inquieto, apoyando la cabeza en una posición, después en otra, con los párpados bajos pero sin llegar a dormirse; parecía como si todo le fuera incómodo, así que lo agarró del brazo y tiró de él hacia sí.

Él volteó como esperando que le dijera algo. Entonces le indicó su propio hombro con la barbilla. 

—Acostáte si querés.

Leo negó, algo inseguro.

—No, dejá...

—Dale, pá. Te estás durmiendo. 

Después de titubear un instante, suspiró y se apoyó en su hombro, recargando un poco su peso en él, dejando que sus párpados se cerraran.

Habían salido de Argentina hace poco. La gente se había juntado a la entrada del campo para despedirlos, ondeando la albiceleste, alzando carteles de aliento. Aníbal Fernández pasó a saludarlos en nombre de la presidente C. F. de Kirchner, y una caravana de autos con hinchas que revoleaban la camiseta por la ventana al son de "La que de Malvinas nunca se olvida" los siguió todo el camino hasta el aeropuerto. 

Fue una despedida que los dejó llenos de entusiasmo; pero ese entusiasmo se condensó en cansancio una vez estuvieron en la quietud del avión.

Leo ya se había dormido en su hombro, después de estarse removiendo sin parar por unos minutos.




Apenas llegaron al Centro de Alto Rendimiento de la Universidad de Pretoria (después de otro viaje en micro custodiado por doce patrullas) tuvieron que realizar un entrenamiento regenerativo, y sólo después pudieron comer y descansar. 

Jugaron al truco con los demás; a pesar del cansancio, el entusiasmo los invadía, algunos simplemente no podían tomar siestas. Así que organizaron un torneo de truco cuyos ganadores (primer y segundo lugar) jugaban primeros al FIFA en el torneo de FIFA que le seguía al torneo de truco.

Después de todo el quilombo, se juntaron a tomar mate en la cafetería, y más tarde Kun y Leo volvieron juntos a la habitación del hotel.

Una vez ahí, los dos se sentaron en sus respectivas camas para desvestirse. Mientras se quitaba la remera, Kun notó que Leo se quedaba muy quieto. Al elevar la vista resultó que estaba mirándolo. 

—Si seguís mirándome cuando me cambio voy a pensar que me tenés ganas, boludo.

Leo parpadeó como si acabara de despertar. Apartó la vista, poniéndose una mano en la nuca.

—No, pasa que 'taba pensando...

—¿En? 

Lo enfrentó con un gesto suave.

—En vo' —dijo como si nada.

Kun se agachó para desatarse los cordones, su flequillo cubriéndole la cara, que estaba toda roja.

𝐀𝐂𝐄𝐏𝐓𝐀 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora