III. Cafiaspirinas

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"CAFIASPIRINAS"


Los pasos de Agüero hicieron eco en el comedor, por lo que la atención general se pegó a él cuando mostró la cara. Nico hizo montoncito con la mano, agitándola mientras Kun se acercaba a donde estaban él y Ángel.

—¿Qué hacés vos acá tan temprano? —dijo.

—¿Y Leo? —preguntó Ángel.

Buen día —resaltó el Kun, mientras se dejaba caer en el banco—. Leo no durmió bien, va a bajar más tarde.

—Buen día gente —dijo el Pocho Lavezzi acercándose a ellos—. ¿Y Leo? —preguntó hacia el Kun.

Él se quedó en blanco. Levantó las manos como si esperara la lluvia.

—¿Todos me van a preguntar, loco? Vayan a preguntarle ustedes, la puta que lo parió...; no durmió: baja después, dijo.

El Pocho lo miró divertido mientras se acomodaba entre ellos.

—Y si vos siempre llevás la cuenta de todo lo que hace Leo, ¿por qué te enojás de que te preguntemos? —comentó.

—Nada que ver, boludo. ¿Qué decís?

Los chicos se rieron, pero Sergio no les dio bola. Ángel ofreció mate, y empezaron a tomar por turnos. Recién se empezaban a poner al día con todo lo que había pasado en sus vidas desde la última vez que se juntaron, por lo que los temas de conversación fueron variados, interesantes y extendidos. Sin embargo, pasados unos veinte minutos, el Kun se quedó un momento mirando a la nada y justo después se puso de pie.

—¿A dónde vas? —preguntó Lavezzi casualmente.

—Eh...

—Va a ver a Leo —dijo Ángel.

—¿Qué? No me digas que ya lo anda extrañando —comentó Lavezzi a su vez.

—Sí, ni media hora puede estar sin Leo, ¿vite? Todo el día atrá' de él, re pesado —agregó Nico.

Sergio chasqueó la lengua.

—¡Cállense, la concha de su madre! —dijo echando una mano hacia atrás mientras caminaba hacia las escaleras, ya sin molestarse por responder a la pregunta inicial—. Los veo en el entrenamiento.

Kun pasó por la máquina expendedora y sacó una lata de coca-cola antes de subir. Tenía una vaga idea, no sabía si se lo dijo su vieja o si lo vio por ahí, de que la coca-cola era buena para la presión baja.






—¿Querés, pá? Te va a hacer bien.

Leo estaba de cara a la pared, con los ojos cerrados, pero despierto. Rechazó el refresco, emitiendo un murmullo quejumbroso. Quizás no había nada de qué preocuparse, como dijo el médico. Pero al Kun el silencio y las mentiras de Leo lo alarmaban de una forma casi maternal.

—¿Pá? —dijo con una voz algo angustiada. Leo levantó las cejas sin abrir los ojos y emitió un suave "¿Mh?"—. Decime la verdad: ¿Estás bien? ¿No tenés nada, no?

Leo pareció procesar sus palabras por un segundo. Luego exhaló una risa somnolienta, estiró la mano y le palmeó el antebrazo conque se apoyaba.

—No te preocupes, Kuni; 'toy bien —aseguró.

Entonces Kun sintió un alivio que se esfumó un instante después, cuando sus ojos cayeron sobre una tableta de pastillas que estaba encima de la mesita de noche junto a la cama de Leo.

𝐀𝐂𝐄𝐏𝐓𝐀 𝐋𝐎 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐎𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora