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Capítulo 2
Zorro.

Finalmente había llegado a su pequeño apartamento. Para su suerte limpió un poco antes de irse, así el animal en sus brazos podría sentirse más cómodo en aquel entorno. Solo se lo quedaría una noche o quizás un poco más, quería asegurarse que estaba bien. No era la primera vez que se llevaba a algún animal herido a su casa. Más de una vez lo hacía, pues le daba demasiada pena dejarlos solos en la calle, sin ayuda, totalmente heridos. Eso si, ahí era extraño ver zorros y además blancos. Quizás era porque estuvo todo ese tiempo viviendo en el centro de la ciudad y por ende no llegaba a ver esos animales. Lo más probable es que sea proveniente del bosque al lado de su cafetería. 

Dejó al animal en el sofá cama que tenía con mucho cuidado, asegurándose que estuviera bien. El animal se había quedado sentado, atento a cada movimiento que el azabache hiciera. El miedo del animal era obvio. Lo habían sacado de su hábitat para llevarle a un sitio desconocido. El azabache lo entendía, pero no tenía más que hacer. Si lo dejaba a su suerte, le podría pasar cualquier cosa. En un momento dado, se acercó con una vendita y algo de material para cuidar al animal. No creía que con cosas usadas por los seres humanos le ayudaría, pero era lo único de lo que disponía en ese momento. Con cuidado, trató de desinfectar la herida del animal, sintiendo como este trataba de zafarse para irse con rapidez. Quackity no se lo permitió, llevándose algún arañazo pero valdría la pena. Finalmente, dejó una venda en su pata, asegurándose que estuviera bien sujeta para que no se le quitara. Sabría que cuando su pierna estuviera bien el animal trataría de quitarla, así que una sonrisa tranquila apareció en su rostro.

Al ver que ya estaba todo bien, se fue a dejar las cosas en su sitio. Le daba paz ver que estaba bien. Era algo extraño pero no podía evitarlo. Le encantaba. Por su parte, el zorro se recostó en el sofá, usando su cola para taparse. Eso fue algo que le pareció demasiado tierno al azabache, a quien se le ocurrió una idea. Al ver como el animal ya estaba prácticamente dormido, sujetó su libreta en la que hacía bocetos. Sujetó su lápiz y comenzó a hacer algunos bocetos, mejor dicho dibujos. Retrataba al zorro que se encontraba en su sofá, tratando de hacer cada detalle bien, que quedara perfecto y bonito. Era una oportunidad que no podía desaprovechar de ninguna manera. Se pasó horas tratando de que le saliera perfecto, borrando y dibujando. Una vez tuvo lo que finalmente quería eran las dos de la mañana, pero era estaba orgulloso. Con una sonrisa leve, se dirigió a su cuarto, cambiándose para ya dormir. Al día siguiente miraría el estado del animal para saber si llevarlo de vuelta a su hogar. Si estuviera bien, cuando fuera a su turno lo llevaría. Si no, lo dejaría un día más en su hogar. Se acostó en su cama sintiéndola más cómoda que costumbre y finalmente, cayó dormido.

El reloj indicaban las cuatro de la mañana cuando un animal curioso abrió sus ojos de golpe, sintiendo como si el aire no era capaz de entrar en sus pulmones. Su rostro tenía una expresión de miedo, como si hubiera visto a un demonio. Habían pasado horas desde que no estaba en su hogar, horas en las que cada vez se comenzaba a sentir más débil. Él sabía que le estaba pasando, no era la primera vez; pero en ese momento era lo que menos le venía bien. Se levantó con prisa, sintiendo como además su cuerpo temblaba. Su suave pelo blanco comenzaba a tener toques de marrón, indicándole lo que pasaría en muy poco tiempo. Trató de buscar una salida aunque su pata no se lo llegaba a permitir demasiado. Le dolía bastante. Finalmente encontró una ventana media abierta. Logró llegar a esta, siendo demasiado difícil por su pata; pero finalmente llegó. Abrió con cuidado esta y de un salto salió, marchándose lo más rápido posible de ahí en busca de llegar al bosque.

El sol comenzó a aparecer, mostrando como ya era de día, aunque aún no se iba a despertar el azabache. Por su horario nocturno, solía despertarse tarde, y con razón. No era solamente porque tenía un horario de noche y eso le perjudicaba, sino que también era el típico que se quedaba hasta las cuatro o cinco de la mañana haciendo algo, perjudicando aún más su horario de sueño. De cualquier forma, el reloj llegó a las tres de la tarde, siendo el momento en el que Quackity comenzó a abrir los ojos, soltando un gran bostezo mientras se estiraba en la cama. Lo que más le gustaba sin duda era dormir, y con razón. Se sentó en la cama, buscando su gorro para tapar sus cabellos despeinados. Así al menos disimulaba. No iba a recibir visita así que nadie le vería mal peinado, pero le gustaba verse bien.

A Coffee And A Fox [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora