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Capítulo 8
Caída.

La imagen que sus ojos presenciaban era digna de un retrato o incluso de una foto a la que habría que llevar a un museo, pues se confundiría con una obra de arte. Aunque bueno, no iba tan desubicado. Definitivamente era una.

El castaño, o mejor dicho peliblanco, al ver que su contrario se quedaba paralizado mirándole sintió algo de pánico. A saber que era lo que pensaba de él en ese momento. Tragó en seco, tratando de que alguna palabra fuera capaz de salir pero no, no había ni una. En ese momento pensó que lo mejor sería irse y no volver a ver el azabache. Así quizás lo toparía como un sueño y lo olvidaría. Por ende, sin pensarlo, comenzó a correr más adentro del bosque, dejando al azabache.

— ¡Espera! — Logró articular al ver que se iba, pero al ver que no se detenía, comenzó a ir tras de él.

Fue un impulso inevitable, no quería quedarse con sus dudas, no quería dejar de verlo. El bosque, en su opinión, era un horror. Le costaba bastante poder moverse por los frondosos árboles, las hojas que se metían en el camino, todo eso. Se llegó a hacer daño con alguna rama pero el pensamiento de no volver a ver a aquel chico le importaba mucho más.

No le perdió la vista en ningún momento a pesar de las dificultades, o por lo menos no lo hizo hasta que sintió como alguien le caía encima, provocando que se cayera y así, perdiera el rastro del chico. La cabeza comenzaba a dolerle un poco hasta que giró la cabeza, viendo como la otra persona se levantaba mareada por la caída.

Al verlo bien, era un chico de pelo castaño y con una cinta de color azul en su frente, separando esos cabellos de su campo de visión. Vestía con un abrigo de color rojo y una araña en el medio de color negro. El azabache supuso que al contrario le gustaba spiderman, tenía todas las pintas. Además, estaba sentado mientras masajeaba su cabeza por la caída de hace menos de un minuto.

El azabache volvió en sí, levantándose para buscar rastro del castaño, totalmente desesperado. Sin embargo, no había ni una pista de donde estaba. Había perdido totalmente su pista. Eso hizo que diera un suspiro estresado para comenzar a caminar por donde supuso que había ido. Eso llamó la atención del contrario, quien se levantó para ir tras de él.

— Tú no pareces de aquí. — Habló, mirándolo con confusión. El otro suspiró, siguiendo caminando.

— No lo soy. ¿A ti también se te va a poner el pelo blanco o qué? — Preguntó sin darle importancia mientras caminaba.

— No a todos se les pone el pelo blanco. — Habló como si fuera obvio. El azabache ya pensaba que había perdido el juicio.— Yo por ejemplo tengo ocho ojos. — Comentó, abriendo sus seis ojos restantes. Eso hizo que un escalofrío recorriera al azabache mientras caminaba un poco más raro.

— Esto parece una broma de mal gusto... 

— Si no eres de aquí por qué te adentras al bosque. ¿Perdiste algo? El juicio capaz. — El azabache suspiró.

— No, es decir, si. No exactamente. Busco a alguien. — Miró como pudo al chico de ocho ojos. Aunque no sabía a qué par de ojos mirar. Por ende, prefirió mirar al frente.

— Pues estás apañado. ¿Sabes lo grande que es esto? Te conviene antes olvidarte. — Eso hizo que el azabache comenzara a caminar más rápido, llamando la atención del chico. — ¡Hey! Pero era una sugerencia, no sabes el camino, te puedes hacer daño.

— Sé exactamente por donde ir.

Se giró por unos segundo para mirar al chico araña mientras seguía caminando, sintiendo que pisaba una roca mal posicionada que lo hizo tropezar y comenzar a rodar ladera abajo. El castaño comenzó a ir tras de él con rapidez. Hubiera sido una anécdota graciosa si no se hubiera dado con una roca en la cabeza, quedándose inconsciente.

A Coffee And A Fox [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora