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El zorro fue el primero en abrir los ojos, siendo abrazado por el azabache. Se sentía bien estar así. Era bastante cómodo. Sin embargo, debía levantarse para cambiarse. No podía volver a su forma habitual en ese momento. Tampoco quería estar desnudo en los brazos de Quackity. Se intentó mover para levantarse, aunque dicho gesto despertó al chico que dormía pacíficamente. 

Alexis lo dejó ir y dio un bostezo largo, estirando su cuerpo de paso. Wilbur aprovechó para ir al baño, llevando algo de ropa en su boca antes de encerrarse. Quackity lo dejó ir. Aún se estaba despertando y recordando todo lo pasado no hace mucho. Los rayos de sol de la habitación de Wilbur iluminaban un espejo, cosa que llamó su atención.

Se bajó de la cama y se acercó a este, despacio. La persona reflejada no era como él se veía. Estaba completamente distinto. Tenía casi todo el cabello de un color grisáceo, en algunas partes convirtiéndose en blanco. Apenas se mantenían los mechones azabaches. Además, su piel estaba pálida. Sus ojos estaban de un color más claro. Se asustó con su imagen. Parecía un fantasma. 

La puerta de la habitación se abrió, enseñando a un vestido Wilbur y humanizado. Bueno, si no contamos con las orejas blancas de sus orejas. La mirada del peliblanco no era muy aliviada. También se veía preocupado por el estado en el que Quackity se encontraba. Dio un suspiro y peinó su cabello con las manos.

— Alexis, debemos irnos ya. Vamos a hablar con una amiga para el tema de conseguirte un apartamento donde estar.

No hicieron falta más palabras para que los dos saliesen de la casa. Por si las dudas, el más alto mantenía a Alexis cerca suya. El chico tenía puesta una capucha, evitando que ojos curiosos le observen. Su cuerpo prácticamente lo abrazaba, provocando que el azabache pudiese oler el aroma de su perfume; pues estaba prácticamente pegado a su pecho, lo que, de alguna manera, lo ponía incluso nervioso. 

El pueblo era precioso realmente. Habían varias personas ayudándose entre ellos, niños jugando por aquí y por allí y señoras mayores hablando con sus amigas mientras tomaban algo. Una escena digna de admirar, como si fuese un pueblo de fantasía. Lo que más le llamaba la atención eran las cualidades que todos tenían. Ninguno era cien por ciento humano. Todos tenían algo que les hacía ver único y especial.

Al salir del pueblo, se hizo visible un camino, el cuál tenía flores a los lados. El castaño no dudó en caminar por ahí, aún abrazando a Quackity. El azabache simplemente miraba todo a su alrededor, como si recién se hubiese mudado y estuviera descubriendo donde iba a vivir; aunque no estaba tan alejado de la realidad. Finalmente llegaron a algo que jamás se esperaría encontrar. Una preciosa laguna, donde habían... ¿sirenas? sentadas al borde, hablando y riendo. En los árboles luces de colores, brillando. Era definitivamente una escena de una película de fantasía. Wilbur comenzó a dirigirse a una de esas sirenas, provocando que el azabache tenga los nervios a flor de piel.

Era una chica con el cabello rosa y preciosa, hablando con otra mujer de cabellera roja. Sin embargo, la atención de Quackity fue solamente a la primera chica. Se le hacía extrañamente conocida, pero, ¿cómo? si se suponía que no la conocía. Era algo simplemente muy extraño. Al estar delante de ella, la miró, cada una de sus cualidades mientras Wilbur parecía tener una amigable y encantadora charla con ella.

Entonces, una leve luz llamó la atención del azabache. Su mirada fue hacia donde venía este. Entre algunos árboles, en el bosque. Una extraña sensación hizo que quisiera caminar hacia ahí, ver de que se trataba. Aprovechó que Wilbur estaba distraído hablando con esa chica para comenzar a caminar hacia aquella luz, en silencio.

El ambiente se comenzó a sentir más frío cuando pasó por los troncos. Se quitó la capucha, en silencio mientras sus piernas se movían solos. Su cuerpo no contestaba, era como si todo su cuerpo se enfocase únicamente en esa luz brillante.

A Coffee And A Fox [Quackbur]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora