04: excusas y cargas kármicas

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Cuando sonó su móvil no fue difícil para Taehyung contestar, al medio día del día siguiente.

—¿Hola?

—Hijo. —Esa era su madre—. Vi que llamaste en la mañana, perdón por no contestar a tiempo y llegar apenas. ¿Te interrumpo el almuerzo? Debes estar con tus colegas.

Taehyung tragó su estofado de kimchi con tofo para mirar la mesa vacía que acompañaba su comida. Entonces vio a sus compañeros de pabellón —otras especialidades médicas con las que compartía piso— conversando animados, ajenos a él en la mesa de enfrente, y tomó agua.

—No, mamá. Está bien. Estoy libre ahora.

No es que alguna vez comiera con sus colegas. No lo hacía, a menos que el jefe de departamento visitara el pabellón o algo. No era algo nuevo, y Taehyung no se ofendía. Ser excluido en su mundo era costumbre. Los rumores de su rechazo no habían sido ajenos en el cuerpo médico, desde que lo habían transferido, hacía un año. Por más que su cultura se encariñara con los dermatólogos, estos colegas de la salud vivían felices tachando a Taehyung de inútil por ejercer una profesión que implicara una carrera aparte a la de medicina general. Además de eso también estaban las miradas despectivas por su inminente homosexualidad, tan expuesta en sus poros, como deseaba el mismo Taehyung. Debían ser todos unos aburridos y predecibles heterosexuales, como humildemente opinaba. Entonces, por "estudiar menos" y ser gay. He allí la razón de sus comidas solo, y de su creciente incomodidad por la excursión a la que querían llevarlos el viernes a uno de los montes de la ciudad.

Por eso había llamado a su madre. Para ver si lo necesitaba en casa ese fin de semana, para lo que fuera. Así podría salvarse de soportar esa manada de hostiles un día completo.

Le aliviaba hablar con ella por fin.

—Oh, bien. ¿Qué pasó? ¿Extrañabas a tu asombrosa madre, hijo mío? —No sería difícil adivinar de dónde había heredado la confianza arrogante y encantadora. Crecer con una artista alocada como su madre le había dado raíces fuertes y risueñas.

Taehyung sonrió de lado. —Sí, mamá. Siempre te extraño. La gente es terriblemente aburrida en este hospital. ¿Cómo van las cosas en casa?

La mujer suspiró. —Ni me lo recuerdes. Tu padre derramó su sopa en Hermosa. —Esa era su cámara favorita. Una bastante vieja. Taehyung hizo una mueca—. Estas sólo las vende un abuelo de Haesan, y tu padre decidió darle de comer. Tendré que ir el fin de semana a ver si el viejo me hace un descuento. Ni que fueran tan modernas para ser tan caras. Ah, pero lo pagará tu padre, eso sí. Lo lamento por él.

Ahí estaba su oportunidad.

—¿Quieres que vayamos juntos? —Ojalá no se notara la emoción en su voz.

—Mi Taehyungie, ¿así de mucho me extrañas? —ella bromeó. Ella se rio de su broma—. Ya, en serio, ¿qué sucede? ¿Te dieron el fin de semana?

Taehyung hizo un mohín. —Algo así.

—¿Mm?

—Es... ah. Bien. Te seré sincero. —Bajó el volumen de su voz para continuar, aunque dudaba de la atención de cualquier ente—. El pabellón hará una excursión al monte... ¿monte Pyonga? El viernes. Y no quiero ir, me aburre. Quiero una excusa para faltar.

—¿Pyonga? ¿Quieres decir el monte Pyeongwha?

—Eso. Como sea.

—¿Tan odiosos son en el hospital que no quieres ir a tomar aire fresco en la naturaleza?

—Lo dices como si de por sí disfrutara salir. —Taehyung no lo hacía. No mucho, al menos—. Y sí. Son odiosos. Diré que estás enferma e iré a casa.

Los hijos de la camelia «KookTae» ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora