🌸🎑🌸
Camelias blancas: el pasado
Niebla matinal sobre una montaña sin nombre
Matsuo Bashō
🌸🎑🌸
glosario al final del capítulo
🌸🎑🌸
El sol brillaba con fuerza en esa mañana nubosa en Hanyang. La llovizna de la noche anterior estaba siendo perseguida por los rayos cálidos impíos, haciendo de umbral al día y a los pájaros que tímidos, podían abandonar sus nidos en los árboles.
Ocupar al pueblo de la Dinastía Joseon solo bastaba con ese aviso mañanero. Los marineros regresaban a la costa, agotados, y los infantes de las familias acomodadas al sistema de la nobleza se sentaban a tomar la primera comida del día, disponiéndose a sus labores académicas correspondientes.
El templo anexo al palacio de gobierno no fue la excepción al despertar. La casa de las Ginyeo podría ser la más ruidosa, claro, hasta que una de las Haengsu, tutoras líder, pisó con sus delicados pies en los zapatos de tela para comenzar a andar. Entonces, como un rumor de lluvia, la casa Kisaeng fue guardando silencio, cada mujer disponiéndose a recibir a la Haengsu que pronto abandonaría sus aposentos.
Íntimas aprendices acomodaban la falda chima y y el jeogori de la mujer tutora, que con ojos discretamente aperezados en su oscuridad miraba por su ventana, directo al árbol de pérsimos que ya daba frutos desde las ramas azabaches. Su mente se enfocaría en las tareas en las que debiera concentrarse si el collar que guardaban sus ropas contra su pecho no estuviera más pesado de lo usual. No era un buen augurio, pero no era como si debiera anunciarlo. No a sus aprendices. No a las oficinas de gobierno. No a los humanos.
Un rayo de sol alcanzó su tierna mano, sacándola de su agobio. Ese día iba a ser un nuevo día, en alguna parte de Hanyang.
Ojalá no le incumbiera.
Resultó que sucedió casi en el centro de la ciudad, con dos detonaciones discretas desde los corazones humanos.
El primero se dio desde el cuarto más cálido de la casa de la familia noble Park. Para ser un aposento que guardara bien la temperatura, el cuerpo en la cama de finas y suaves telas estaba sudando de frío. Fue un fiel sirviente el que al entrar, para despertar al joven descendiente del consejero real Park Yong, se dio cuenta de su estado y en un respingo asustado intentó despertar al joven. El cabello noche se le pegaba a la piel lechosa, pálida.
La madre del joven no tardó en acudir a los alaridos del sirviente. Ni siquiera había tenido tiempo de terminar de atar su cabello, hebras profanas rodeando su rostro ovalado y corroído un poco por los años y los gajes. Sus ojos marrones se llenaron de lágrimas.
—Otra vez, mi pobre hijo...
Habían enfermedades, y habían curas. Habían remedios que se habían vuelto venenos y venenos que se habían convertido en remedios.
En una de las periferias de Hanyang, hacia el este, cruzando el río Hangang, habían muchos venenos y muchas curas esa mañana.
Las calles eran más sucias, más empolvadas. Las casas menos lijadas y cuidadas, pero era suficiente, y sería suficiente mientras el siguiente día llegara. Los niños traviesos que bajaran pérsimos deberían lavar y pelar la cáscara con cuidado.
ESTÁS LEYENDO
Los hijos de la camelia «KookTae» ©
Fiksi PenggemarFugitivos de Camelias Blancas, suicidas de Camelias Rojas, anhelo de Camelias Rosas. Conocemos el hilo rojo del destino, ¿pero cuántos destinos soportaría sin romperse? Libro origen del Universo Camelia. Actualización cada 6, 16 y 26 del mes. «nu...