Vivir sola no era algo que hubiera elegido; más bien, me lo impusieron. Cuando cumplí 18, mis padres me echaron de casa sin titubear, como si se quitaran de encima un peso que hubieran cargado durante años. No hubo despedidas, ni siquiera una última mirada. Solo las palabras frías de mi madre, diciéndome que ya no tenía nada que ver con ellos. Después de todo, para ellos nunca fui más que un recordatorio viviente de una tragedia que desearían olvidar.
Ahora, vivir sola significaba hacerme cargo de todo: pagar el alquiler, las facturas, la comida. Todo dependía de mí. Hace un año comencé a trabajar en Nice ON, una tienda de conveniencia que, aunque no pagaba mucho, al menos cubría lo básico. Pero no era suficiente para pagar las tasas del instituto que mis padres se negaron a pagar, así que tuve que dejarlo durante un año. Fue un golpe duro, pero no tenía otra opción. Ahora que he vuelto, me aferro a mis calificaciones, sabiendo que una beca completa es mi única esperanza de ir a la universidad y escapar de este ciclo interminable.
El autobús se detuvo y yo bajé, caminando los cinco minutos que me separaban del instituto. Las calles de Seúl, tan familiares, ahora parecían distintas, extrañas. Al acercarme al edificio, veía a los estudiantes encontrarse con sus amigos, riendo, charlando, como si todo siguiera igual que siempre. Pero para mí, nada era igual. Pasé un año fuera y ahora todos los rostros que veía eran desconocidos.
Entré en el aula y elegí un asiento en la penúltima fila, junto a la ventana. Desde allí, podía observar el exterior, los árboles meciéndose suavemente con el viento. Por un momento, me permití olvidar dónde estaba, absorta en esa calma momentánea.
Las primeras clases pasaron sin incidentes. Cuando sonó la campana para el almuerzo, recogí mis cosas y me dirigí a la cafetería. El bullicio me rodeaba, pero encontré un rincón apartado donde sentarme sola. No quería compañía, solo un poco de paz. Pero la paz nunca dura.
Una chica, con una sonrisa que parecía esconder algo oscuro, se acercó a mi mesa y se sentó frente a mí sin previo aviso. La miré con cautela, prescindiendo que nada bueno vendría de esa mirada.
–He oído que eres la chica que mató a su hermano –dijo, soltando una risa burlona que me heló la sangre.
Sentí un nudo en la garganta. Sus palabras resonaban en mi cabeza, cada una de ellas un recordatorio de la culpa que he cargado durante tanto tiempo. Intenté mantener la calma, decirme a mí misma que solo quería provocarme.
–No sabes de lo que hablas –murmuré, tratando de sonar firme, aunque mi voz apenas era un susurro.
Ella inclinó la cabeza, fingiendo interés, pero sus ojos brillaban con malicia.
–¿Y cómo fue? ¿Lo dejaste solo porque querías deshacerte de él? No me sorprende, con una familia como la tuya...
Las risas comenzaron a surgir de las mesas cercanas. Sentía como todas las miradas se clavaban en mí y, aunque quería responder, las palabras se atoraban en mi garganta. El dolor y la humillación eran demasiado fuertes. Y entonces, como tantas veces antes, los pensamientos invadieron mi mente.
¿Y si era verdad? ¿Y si realmente fue mi culpa? Las imágenes de aquel día volvieron, como siempre lo hacen: Ha-yoon, con su abrigo azul, su sonrisa ansiosa, sus ojos llenos de ilusión. Yo lo había preparado, le había dicho que esperara, pero no lo vigilé lo suficiente. Debería haber sido más cuidadosa.
Finalmente, me levanté de la mesa de manera brusca, fingiendo que había terminado de comer, aunque apenas había tocado la bandeja.
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Angel [The Sound Of Magic]
Fanfiction❀ A N N A R A S U M A N A R A ❀ Desde la muerte de su hermano, Eun-yeong siente que no tiene nada más en la vida. Sus padres le echan la culpa de lo sucedido, sus profesores le exigen demasiado y, por si fuera poco, un hombre aparece por arte de mag...