La bestia Maiden

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Sobre Jules cae una lluvia de cristales y tal vez sobre ella impacte algún trasto que desde el exterior impulsado por la fuerza de la onda expansiva, entra al bar.

Es que la joven Jules, ha pasado por mucho.

Horas antes.

Al ver llegar el patrullero de Maniac cop, en la casa de granja de la niña, John la había tomado de la muñeca, una vez más (dar vueltas en una rueda de hamster) Correr con las piernas muertas. Con la mente vacía de recuerdos y de imágenes. Recorrieron un largo tramo de llanura y casas de campo; Jules pudo ver a la chica del tejado, se había puesto de pie para verla. Jules la saludó. La chica se limitó a mirar a Jules. A mirar a la evadida, a la prófuga de la que la radio había estado hablando. No te detengas, Jules, había dicho John. No era el mismo John de la noche, estaba agotado. Los parpados caídos. Mientras corrían para llegar al camino, pasaron una zona de granjas, vieron y fueron vistos por algunos niños, por algunos otros granjeros.

De pronto algo sucedio, y Jules hubiese deseado estar de vacaciones en Huanacoc, bien vestida, con gafas oscuras, y ropa ajustada que le permitiera mostrar su cuerpo, tal vez un jean roto, una musculosa ajustada, sexy,y de ese modo poder acercarse a aquel granjero de vídeo clip de Aerosmith que a lo lejos, pero a la vez tan cerca de ella, comenzaba su labor a aquella hora temprana. De todas formas el chico se detuvo, enterró la pala, se secó el primer sudor, se quitó la remera dejando ver un torso marcado por jornadas de siembra, apoyó el pie sobre ella y dedicó a Jules una sonrisa y un saludo sutil, con su mano enguantada.

Jules y John ignoraban que eran puntos rojos titilantes en la pantalla de un radar.

De pronto, los altos maizales estuvieron frente a ellos. Enorme extensión por la cual serpenteaba un sinuoso camino de tierra. Se adentraron y corrieron por él.

¿Cuál era el objetivo? Era algo difícil de saber. Por el momento solo se trataba de adentrarse en un camino por el que el auto patrulla no pudiera entrar. Subestimaron la velocidad del pesado policía, apenas trotaban a paso pesado por el camino. Pero al escuchar la constancia, la terrible intermitencia resonante de los pesados y torpes pasos del policía, comenzaron a correr de modo tal que las cañas y los matorrales pasaban como lineas verticales que se elevaban hasta el cielo. Vértigo. Los pasos del policía incrementaban la velocidad. Por suerte o por desgracia, los niños habían jugado con esos caminos, habían creado desvíos que llevaban a ningún lado, el policía seguramente habría tomado algunos mientras ellos seguían por el principal, pero en un momento el principal, el natural, el seguir derecho fue una trampa que los llevó a enfrentarse a un horrible espantapájaros, alto, enorme, de brazos largos, brazos a los que un niño podría subirse, un espantapájaros con un ligero parecido a una cruz, increíblemente había una escalera de pie que llevaba hasta lo alto del espantapájaros.

 Halloween, los niños del maizal, pensó Jules. John es Peter Norton y yo Linda Hamilton, pensó.

Debieron retroceder para ahora sí tomar el desvío que los llevaría al final del maizal. Desde ese punto podían verse, increíblemente, en medio de aquel paisaje rural, dunas. Y más allá de las dunas, se asomaba, apenas el casco de una gruta. Y en otra dirección, podía verse un fragmento de ciudad, en la ciudad la vida comenzaba normalmente, ajena e indiferente a la persecución; no demasiado lejos, la ciudad. Huanacoc era una maqueta. Podían ver un tramo de avenida, desde esa distancia los coches se veían pequeños, como hechos a escala. Podía verse un puente, luego una extensa playa de estacionamiento y un poco más allá, pequeño pero reluciente: El Hospital.

Jules notó entonces que no solo habían estado avanzando (¿hacia dónde?) sino que también habían ascendido, pues el camino por el maizal era cuesta arriba. A la ciudad la veían como desde un monte. Tenían dos opciones, una era ir hacia la ciudad la otra ir hacia las dunas y más allá hacia las grutas, y tal vez después el mar, y al otro lado del mar, el utópico mundo. A esa altura, escapar del policía era imposible. Otra utopía. Pero el policía no podía dividirse en dos

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