Desde la ventana, a través de la bruma, se ve El Hospital.
El pensamiento de Jules:
Qué niña tan valiente.
Y la voz de John:
Ese niño del hospital, Jules...
El hospital sigue allí. Tan erguido y tan atractivo, tan necesario y tan cercano.
La niña valiente me trae tantos recuerdos.
El hospital debe verse desde todo Huanacoc, al igual que esa antena, que se erige en el campo.
Qué antena tan extraña, ¿no crees, Jules?, la voz de John.
Ciertamente, su forma es extraña. De diseño demasiado futurista para Huanacoc. Una base con forma de carpa, largo y delicado ascenso, en lo alto un platillo, del platillo sale una suerte de antena. En realidad es como si Huanacoc exhibiera un ovni que se ha estrellado una noche en Huanacoc. Al final, en el extremo más alto de la antena un satélite parece girar.
De nuevo, la voz de John:
Puedes dormir, Jules. Yo voy a vigilar.
Jules quisiera decir:
Duerme tu, John. Yo vigilaré. Has... trabajado... demasiado y yo... yo
¿quién me cuida de ti, John?
Jules recuerda la camioneta impactando contra el árbol. Nada más después de eso. Trata de imaginar qué sucedió luego, pero no le encuentra sentido a aquello. Tal vez los del hospital hayan sacado su cuerpo de la camioneta, lo hayan subido a una ambulancia, y durante días lo hayan tenido en coma, de la misma manera que tenían en coma al niño del hospital.
Luego volvió mentalmente a la camioneta, dio marcha atrás, volviendo por la ruta. Por ese tortuoso camino. Perdiendo el dominio de la camioneta. Llorando. Volviendo a la granja. Las altas (altas) llamas subiendo como lenguas de fuego. El padre intentando retenerla. Cuando las llamas bajan y la casa vuelve a la normalidad, Jules intenta mentalmente penetrar en ella, pero le resulta imposible. La casa es un bloque cerrado. Y su mente vuelve a la camioneta, a la ruta, a la bifurcación, al desvío, al choque contra el árbol.
Entonces, algo le viene a la memoria. Había algo más, algo más aparte de la casa, el fuego, el padre. En pleno día, una venta de garaje, Jules no puede ver que es lo que hay en las mesas de saldo. No puede ver los objetos ni los muebles que se lleva la gente, solo puede ver lo que tiene entre sus manos, eso que está a punto de entregar a un comprador. Por unas pocas monedas.
Es un ejemplar de El mago de OZ. Tapas duras, puede sentirlo entre sus brazos mientras lo imagina.
Y de pronto, una idea extraña pasa por su mente.
Se palpa su boca, está verdaderamente inflamada y dolorida. Sus piernas sienten el dolor de la actividad del día. Su cuerpo puede recordar la placentera sensación de haber hecho el amor con John horas antes, de haber sentido el ronroneo del gato sobre su torso. Su tacto tiene la memoria de haber acariciado la chapa lisa de la camioneta. Sus sensaciones físicas son múltiples, millones de pellizcos para darse cuenta de que está despierta. Sin embargo ese pensamiento sigue ahí.
¿Y si estuviera de algún modo soñando?
Se pone de pie. Una nueva sensación física la invade. Un fuerte dolor en la cabeza debido al golpe que se ha dado contra el techo. Olvidaste dónde estás, Jules, se dice.
Es bueno que hagas un repaso de lo que te sucedió, piensa, de cómo es que llegaste hasta aquí. Sería una buena forma de mantenerte despierta.
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I love 80's
General FictionJules maneja una camioneta que parece no estar dominando muy bien y menos por ese tortuoso camino, cuando de pronto, y sin quererlo, toma un desvío. Ese volantazo accidental la llevará a Huanacoc, un pueblo que se ha quedado en los "malditos 80", co...