¡No te rindas!

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Cuando Jules escucha aquella frase de John comienza a patalear, como si de pronto comprendiera la magnitud de lo que significa perder por completo la identidad.

—Te borrarán por completo, Jules—dice John, mientras lucha desesperado por librarse de la presión del corpulento, de esa especie de aquel enfermero, que es una especie de androide—solo se quedarán con tu cuerpo para convertirlo en un maldito maniquí... y le pondrán ropa... de los 80...

Aquellos enfermeros querían capturarlos, dormir a ambos. Para luego darles el último golpe, la última sesión del tratamiento del olvido.

El río del olvido, piensa Jules. Y siente que perder por completo todos los recuerdos, perder todos los deseos (incluso el de escapar), perder todos sus conocimientos (incluso el de que fuera de Huanacoc hay un mundo diferente), sería un modo de morir, sería una muerte. La muerte de quién es ahora.

Y Jules no quiere morir. Jules quiere seguir siendo quién es.

Aunque haya perdido la memoria, aunque apenas sepa mi nombre, aún soy yo, piensa. 

Aunque apenas recuerde mi nombre, aún soy yo piensa, y en su mente se repite como una oración, como un mantra, y esto que soy, no quiere desaparecer, no quiere morir.

Comienza a patalear, para liberarse del corpulento enfermero al que se había entregado sumisamente unos segundos antes. 

El pesado hombre había subido los peldaños, haciéndoles sentir su poderoso peso, mientras ellos (John y Jules) miraban anonadados, estupefactos, maravillados la lluvia de estrellas, y mientras en la radio sonaba Under Pressure en la voz de Mercury y Bowie. 

La combinación de la canción y del espectáculo en el cielo habían llevado mentalmente a Jules y a John a otro estado, a otro mundo, a un mundo maravilloso, lejos de Huanacoc, un mundo en el que no eran perseguidos. 

Se distrajeron. 

Cuando quisieron darse cuenta, el enfermero corpulento estaba sobre ellos. Oprimiendo la humanidad de John. El corpulento había caído con todo el peso sobre el desatento John, con una llave lo puso boca abajo. Si John se movía, aquel androide mudo, podía darse el gusto de romperle un brazo.

Mientras, un segundo enfermero subía los peldaños. John le gritaba, entre quejas, a Jules que huyera, que no se dejase atrapar, pero Jules, que parecía rendida se había quedado quieta. Y cuando el segundo enfermero subió los peldaños, y llegó hasta ella, ella tan solo se había limitado a extender su brazo para que la inyectaran, para que la durmieran, para que la llevaran nuevamente al hospital, para que le dieran la última sesión de la terapia, para que la sumergieran involuntariamente en el río del olvido y para que usaran su cuerpo como un maniquí, como una Barbie, y para que a ese maniquí le pusieran todos aquellos colores que lucía Maddona o Cyndi Lauper, o Blondie..., pero ella no quería eso. 

Y lo supo. 

Con una cachetada sorpresa logra quitar al enfermero la jeringa. 

John mira fascinado la escena, parece sorprendido por la habilidad de Jules para arrancar la jeringa de la mano del enfermero. 

Jules no se sorprende menos cuando ve en su mano la jeringa, no se creía capaz de aquello. ¿De dónde había sacado esa habilidad?

Pero no debe demorarse.

El enfermero le toma la muñeca, la toma por la cintura y la atrae contra su cuerpo. John la alienta a seguir luchando, aunque él parece estar derrotado bajo el peso del otro enfermero.

John aprieta los dientes, hace grandes esfuerzos. ¡No te rindas, Jules!, grita.

Jules siente que es la única esperanza. En brazos de aquel enfermero patalea incesantemente. Un fuerte cabezazo del enfermero impacta violentamente contra la boca de Jules. Por un instante toda esperanza se desvanece, el labio de Jules se torna de un color rojo vino tinto y la sangre no tarda en caer por el mentón, las piernas de Jules abandonan el esfuerzo y quedan colgando, su mano casi se abre para dejar caer la jeringa, pero todo eso dura tan solo un instante, pues todo su cuerpo reacciona al oír a John gritar

I love 80'sWhere stories live. Discover now