El ratón en la rueda (Final)

39 1 0
                                    

  Al morir la bestia, La Pradera brilló en cinco luces diferentes, los rostros-cometa se habían desprendido del suelo y habían escapado hacia el cielo de aquella suerte de cueva o de infierno en la que Jules y el enfermero se encontraban luchando. La luz encandilaba de tal manera que Jules debió cubrirse la vista con el antebrazo pues temió quedar ciega. Game Over había llegado a su fin. La criatura había muerto. Las almas que habían sido combustible y alimento de Game Over, surcaban a Jules y al Jugador número 2; algunas, antes de realizar el vuelo final, con el cual se alejaban, giraban en torno de los jugadores, en señal de agradecimiento acaso. Esos rostros llevaban excéntricos peinados ochentosos: glam, flequillos espinosos, Jules creyó saber a qué figura de los 80 emulaba cada uno, vio peinados al estilo Maddona, Cyndi Lauper, o Blondie; estaba en los 80, tal vez en el 31 de enero de 1989, pensó, pues tuvo la sensación de que todo estaba terminando. Entre las luces cambiantes, pudo ver que su compañero de lucha seguía allí. Levantó una mano para saludarlo, pues no lo había hecho, y le estaba tan agradecida, no hubiese podido ganar el juego sin él. El muchacho levantó también su mano. Las hicieron chocar. 

 Una enorme luz blanca lo plagó todo, y cuando la luz se hubo difuminado, Jules se encontró en un cuarto sin novedad. Un cuarto de estrechas dimensiones. A sus espaldas una puerta (sí, de chapa, era la puerta por la que había entrado). Un cuarto vacío. Delante de ella, otra puerta, con una pequeño mirador en este caso.  La puerta por la que debía salir. Un cuarto de pared algo descuidada, hubiese faltado un ventilador girando en el techo o un largo banco de madera para que fuera la sala de espera de un consultorio, pero no había nada. Daba la sensación de que en otro tiempo sí hubo objetos. Tal vez una cama y un armario,  y por qué no un televisor. Había una arcada, pues no era una habitación cuadrada, creada con el fin de ser una pradera. No, parecía una habitación creada con el fin de ser habitada, pero con el tiempo aprovechada para La Pradera bradburiana. Una habitación más en alguna casa de suburbio.

 Momento, Jules, ¿qué pradera? Tal vez todo este tiempo estuviste en este mismo cuarto.  

 Sobre su cabeza un casco, Jules se lo quitó apenas se percató de que lo llevaba puesto; se lo quitó como una mujer que se baja de una moto. Pero en la parte superior, el casco estaba sostenido por una mano robótica, ciertamente descompuesta. 

 Miró el techo. Seguramente al entrar, esa mano había colocado el casco sobre mi cabeza, pensó. Recordó que una luz la había encandilado en aquel momento, esa luz ya no brillaba. El cuarto actual no tenía novedad. La mano estaba descompuesta, pues el casco no volvía a su lugar de origen. 

 Tal vez siempre estuve en este cuarto, pensó. 

 Se sentía diferente, como si durante los dos días anteriores (es decir, desde el momento en que había despertado en el hospital) hubiese estado haciendo un personaje y ahora volviera a ser una persona. Como si siempre hubiese estado jugando a ser parte de una película, o de una novela, o de un juego, sí, por qué no ser redundante: jugando a ser parte de un juego. Recordó haber estado en otra habitación, pero aquella otra había sido suntuosa, y sobrecargada de objetos, de viejos objetos de los 80, sin embargo sentía que esta habitación vacía y estrecha (no, no tan estrecha) en espíritu era aquella otra habitación. Sonrió. Tal vez esa habitación había sido todo: El hospital, las calles soñadas por las que había corrido sola, las calles reales por las que había corrido con John, el hotel donde había hecho el amor con él, y donde había encontrado al gato en la claraboya y donde había soñado con un futuro; también el estadio, la casa de granja e incluso la cabina de la camioneta en la que había chocado, también el lugar por el que había corrido para alejarse de Maniac cop y todos los lugares que había visitado en sueños, en su recorrida por los estudios de Canal 80, y la cueva, su exterior y su interior, y todo ese raro juego, y la pradera, y el subsuelo del hospital. De pronto regresó a su mente, a su simple mente, aquella canción..., pero... pero, estaba ¿en su mente? ¿solo en mente? 

I love 80'sWhere stories live. Discover now