Purgatorio.

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En un penumbroso templo en ruinas, se colaba por la gran grieta del techo, una tenue luz roja que incidía directamente sobre Leonhart quien estaba tendido sobre una mesa de piedra.

Un poco más en la oscuridad del templo, se encontraba sentado en una columna rota el desconocido que había recogido a Leo, acariciando a su perro. El perro era un Saint Bernard color negro grande, tranquilo y de apariencia dócil.

X- ¿Qué crees, Tretesta? -El perro solo se limita a mover la cabeza de un lado al otro con los ojos cerrados- Tch...

En ese momento, Leonhart comenzó a despertar

X- Buenos días, princeso.

Leonhart- ...

X- ¿El perro te comió la lengua?

Leonhart- No me hace mucha gracia tu chiste.

X- No er- ...-Tretesta gruñe- Ok, ok.

Leonhart- ...-Mira a su alrededor-

El templo era un lugar magistral. Había un gran boquete en la entrada, que sólo quedaba un pequeño pedazo del umbral de la entrada, apenas visible, para saber que se entraba por allí. Las paredes estaban bastante agrietadas.También había varias columnas rotas, columnas que al parecer fueron parte de pilares que sostenían el techo, lo cual hizo pensar a Leo que era una construcción romana. Más adelante se encontraban tres escaloncillos que luego daban con la mesa de piedra sobre la cual estaba Leo sentado. Por último, miró hacia atrás y vió un trono enorme de piedra en el cual estaba sentada una gigantesca estatua que había sido rota, al parecer por un fuerte impacto, ya que el trono también estaba roto en forma de semicírculo, pero a la estatua le faltaba toda la cabeza.

X- ¿Sorprendido?

Leonhart- ¿Dónde estoy?

X- Creí que ya lo sabías. Estámos en el purgatorio, lugar de castigo para las almas malvadas, y prisión de seres poderosos.

Leonhart- ¿Cuál eres?

X- ... Digamos que estoy en el medio.

Leonhart- ¿Quién eres tú, y por qué me ayudaste, qué quieres a cambio?

X- Yo... Bueno, veamos. -Se baja de la columna y comienza a caminar, haciendo estruendo con sus pasos- Yo soy, un demonio, antiguo ser que era servicial a un Dios, fui un cachorro, ahora un perro... Soy un muy mal padre... Pero tu me puedes llamar Tyrone. -Detiene sus pasos donde la luz del cielo enrojecido hace que un resplandor llegue a su cubierto rostro-

Leonhart- Pues, gracias, Tyrone.

Tyrone tenía la apariencia de un ser humano, pero se encontraba vestido de forma tal que no se veía ni una sola parte de su cuerpo. Llevaba una bufanda color café que envolvía su cabeza completamente, desde su cuello hasta la parte superior, sus ojos eran ocultados por unos grandes lentes oscuros, llevaba una sudadera blanca de la cual solo se veía el cuello ya que llevaba puesta una chaqueta negra con capucha y tiras blancas a cada lado del cuello, que tapaba también su cabeza. Llevaba unos guantes de poliéster, de color negro ajustados. Un pantalón azul oscuro y zapatos negros complementaban el extraño conjunto que vestía Tyrone.

Leonhart- ¿No tienes calor?

Tyrone- Pfffff Jajajajaja, calor dice -Se carcajea- Niño, yo antes viví en el infierno.

Leonhart- (Supongo que no bromea) Bueno, mis otras dos pregun-

Tyrone- Sólo quiero ayuda. Hay algo que quiero lograr, pero necesito ayuda y tú pareces muy capaz de dármela.

Leonhart- ...Te escucho.

Tyrone- Bien, la cosa es así, quiero escapar del Purgatorio, pero obviamente, no es tan fácil.

María y el Psicólogo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora