IV

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—No lo sé, su majestad, esto no me parece casualidad.

Ya era medio día del día siguiente y el sol de la tarde ya pegaba en el sitio donde se encontraban. Todo el consejo de los elfos estaba allí reunido, esperando y analizando de qué manera proceder ante esta amenaza que casi arrebataba de la vida al príncipe heredero de la corona élfica.

Randy se movía de un lado a otro, en un modo de hacer fluir sus ideas y preocupaciones, después de todo, de igual forma tenía que pensar en el bienestar de su hijo, el que sería el próximo líder del clan de los Marsh, y en el compromiso que estableció con uno de los reinos más importantes ubicados fuera del continente. Gerald, también, sopesaba las posibilidades en el asiento principal.

Los elfos de más alto rango sabían con sumo detalle lo que ocurrió con el príncipe y la princesa ninfa en el valle, por lo que creían en la alternativa de que algo más grande estuviera pasando en los reinos enemigos, tanto en Kupa Keep Kastle como en el reino de los elfos y más porque por fin tenían como aliado al rey fauno de los dominios de las lagunas y manantiales mágicas. Una posible amenaza a los reinos fuera de cualquier linaje mágico.

—Según lo que sabemos este ataque pudo ser premeditado, además ese tipo de magia... lo de controlar mentes es algo impresionante —dijo el líder guerrero recargando sus manos en la mesa.

—Es una magia desconocida para nosotros, mi señor —habló uno de los ancianos, un elfo ciego—. Tenemos que tener cuidado en mantener a nuestro príncipe a salvo.

—Sin embargo, no hay manera de que sepamos quiénes fueron los culpables, ¿quién dice que no fue una "traición" de algún pueblo aliado? O, incluso, ¿cómo saber si fue alguno fuera de nuestras alianzas? Kupa Keep Kastle parece una opción viable, pero no hay que adentrarnos en un terreno del cual no podamos salir... —advirtió el señor Donnely acomodando sus lentes en el puente de su nariz.

—La guerra no debe de ser una posibilidad —secundó el Sr. Stevens, el líder de la facción de los arqueros elfos—. Traería consecuencias más graves y, ante todo, tenemos que proteger la Vara. No podemos dejar que caiga en las manos equivocadas.

—Lo sé —Gerald estuvo de acuerdo con los cuatro—. No me gusta tener que hacer esto, pero tomaré la palabra de cada uno de ustedes. Reforzaré la seguridad entre nuestras fronteras y el árbol primigenio, así como también con la Vara. Además, puede que esta opción no les agrade, pero he pensado en la posibilidad de establecer relaciones diplomáticas con el rey McCormick.

—No creo que sea buena idea, su majestad —negó Randy, sentándose en su sitio un poco más tranquilo por cómo se estaban tornando las cosas—. Desde hace años hemos intentado entablar reuniones entre ambas tierras y en cada solicitud siempre hemos recibido un rotundo rechazo, ¿qué posibilidad hay de que cambien ahora?

—Puede que no cambie nada, pero, ¿no es mejor intentarlo ahora que hay más humanos trasladándose y comerciando en nuestras tierras? —Hizo una mueca pensativa Lenard, un elfo de barba de candado negra—. La mayoría de los que vienen son del reino Kupa.

—No me agrada mucho eso —frunció el ceño el elfo ciego, cruzándose de brazos—. Años de conflicto no terminarán de un día para otro.

Gerald suspiró, tenía que darle la razón al anciano. Desde que tiene memoria estos problemas parecen no tener fin y más cuando la dinastía de los McCormick, a la par que la de los elfos que protegían la Vara, se han visto envueltos en pelea tras pelea, todo por el poder y en ganar territorio. No fue desde que su padre estableció una especie de "tregua" entre los antiguos reyes McCormick, cuando intentaron robar la Vara hace tiempo atrás, que nunca ha podido formalizar algún tipo de amistad o alianza...

Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora