IX

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Stanley Marshwalker observaba el horizonte de ese vasto océano desde la cima de aquel acantilado. El cielo azul de a poco cambiaba su tonalidad oscura por una más pálida, conforme pasaban los minutos para que llegara el ansiado amanecer. Ahí arriba, el viento fresco de la brisa marina ondeaba la capa que lo cubría. El olor a salitre invadió sus fosas nasales y el sonido de las olas al romper en las piedras del fondo le tranquilizaba en cierto modo los nervios de esa importante visita.

El barco venía en camino y ya lograba verse a la distancia. Con sus enormes velas y la bandera púrpura que caracterizaba a la distante nación.

—¿Nervioso, Stan? —cuestionó Shelley, su hermana, subiendo la pendiente detrás de él.

No respondió. Solo asintió ante sus palabras y se cruzó de brazos observando el barco acercarse.

La mayor puso los ojos en blanco al ver aquella falta de entusiasmo. Se acercó a la par de él y dio un "ligero" golpe en el brazo que aún tenía sanando.

—¡Auch, eso duele! —Sobó su miembro, quejándose. Un par de lágrimas salieron de las comisuras de sus ojos.

—¡Por fin verás a tu noviecita después de dos largos años! ¿Y así es como la vas a recibir? —volvió a darle un golpe, esta vez en la nuca—. Ni siquiera cuando salimos de casa te veías emocionado, mojón.

—No lo sé, Shelley —se sobó esta vez la parte trasera de la cabeza—, es raro volver a verla y más en estas circunstancias —suspiró, devolviendo la vista al horizonte, al sol de un nuevo día, el día que nunca creyó ver llegar tan pronto y el cual cambiaría todo lo que conocía y entendía—. No creí que debía casarme tan pronto y, ya sabes, convertirme en rey de otro sitio... lejos de lo que conozco. Además, no estoy seguro si aún me gusta.

—Bueno —se irritó al ver que su hermano tenía un buen punto para sentirse así de afligido. Hizo su cabeza hacia atrás y se cruzó de brazos, en un claro signo de molestia—, deja de lloriquear, tampoco podemos evitarlo. Desde niños sabíamos que el día en que cumpliríamos nuestro deber llegaría. Yo al casarme con Larry y tú con Wendy. Solo... esfuérzate más, ¿de acuerdo?

—Supongo —se encogió de hombros.

—¡Agh! Cómo me estás irritando —tamborileó los dedos en su brazo—. Cuando estés frente a ella muéstrale tu mejor sonrisa, estúpido —ordenó, volviendo al empinado sendero donde estaba el carruaje con los demás guardias humanos y su madre—. Tu prometida es muy linda como para que la recibas con tu estúpida cara de depresión.

***

Mientras más se acercaba la nave al muelle, Stan escuchaba más los latidos de su corazón retumbando en su cabeza y oídos. Los nervios lo consumían por dentro, tanto así que su estómago estaba revuelto. A pesar de estar intranquilo en su interior, mostraba una cara de poker en el exterior.

No sé sentía preparado, pero las palabras de su hermana lo hacían despabilarse e intentar mostrar una actitud serena ante la princesa, su prometida.

Era raro para él decir aquello, inclusive pensarlo.

Su prometida.

Tragó saliva y un leve rubor se asomó en sus mejillas.

Hace dos años estuvo parado en este mismo muelle, cuando se despidió de los reyes elfos, de Kyle y de Cartman para iniciar ese misterioso viaje, de miles de kilómetros, del cuál sus padres ni su hermana le dijeron el propósito.

En cuanto llegó a esas tierras desconocidas y sumamente distintas a Zaron, fue ahí que su padre le presentó al rey guerrero, soberano de esas tierras, y a su hija, Wendy Testaburger.

En ese entonces no entendió el peso de esas palabras ni la responsabilidad que conllevaba esa importante visita y más al ser el futuro prometido de la princesa. No obstante, estando ahí, parado frente a ella, solo vio a la más hermosa niña que había conocido en toda su vida.

No pensó en nada más. Fue como si una conexión instantánea se hubiera formado entre los dos, desde el momento en que puso un pie en ese nuevo continente y en que sus ojos se cruzaron.

Durante todo el mes en que convivieron juntos, entre sus charlas, bailes, cenas y paseos por el reino, quedó embelesado ante aquella belleza juvenil. ¿Será que la princesa Wendy estará igual de hermosa que en esos brillantes días?

—Ya casi están aquí —dijo su madre, Sharon, llamándole la atención al tomarlo del brazo y sacudiendo en el aire un pañuelo al barco que estaba por desembarcar. Stan ni siquiera se dió cuenta cuándo su hermana y su madre se posicionaron junto a él—. Saluda, cielo.

Stanley en automático agitó su mano en el aire, al ver al rey y a los demás hombres haciendo todo lo necesario para detener la nave.

Tomó un tiempo, mas todo pareció quedar congelado en el tiempo cuando el tablón fue atracado y la primera en bajar fue Wendy. Él tuvo que cubrirse la vista al mirar la silueta de la princesa siendo iluminado por la luz del alba, era como si estuviera ante un ser divino y fuera deslumbrado por su etérea aparición.

Su cabello azabache se agitó suave ante el viento, ella con la delicadeza que la caracterizaba se lo acomodó detrás de sus orejas, sus ojos lilas brillaron al verlo y él no pudo hacer más que quedarse boquiabierto y extender su mano para ayudarla a bajar. Ella sonrió, mostrando su faz resplandecer, la cual solo le hizo confirmar que en realidad era afortunado de estar vivo.

—Hola, Stanley Marshwalker —se inclinó, saludándolo, levantando con sus manos la falda de su vestido—. Tanto tiempo...

El guerrero no respondió al instante, procesaba en su mente toda la situación y lo que veían sus ojos. Absorto en la tersa voz de la chica que no hizo más que darle escalofríos de placer. Sin embargo, su estómago respondió al agitarse y regurgitar.

No atinó a decir más, ni siquiera a saludar. Tapó su boca y se giró a un lado, inclinándose sobre las tablas de madera y poder vomitar la cena del día anterior.

Los que estaban cerca hicieron una mueca de asco. Incluso el rey Testaburger, ya que esa era la segunda vez que el pelinegro causaba esa impresión y casi lo olvidaba. Shelley ladeó los ojos y golpeó su frente al ver la tremenda estupidez que cometió su hermano.

—¡Stan! ¡Oh, por los Dioses, ¿estás bien?! —dijo su madre al ir a auxiliarlo, otorgándole el mismo pañuelo y dándole palmaditas en la espalda para que arrojara todo—. Shelley, hija, por favor, trae la cantimplora.

La mayor obedeció poniendo sus ojos en blanco y yendo a zancadas hasta el carruaje.

Wendy, sin embargo, no se inmutó ante aquella demostración de asco. Lo mismo ocurrió hace dos años atrás y recordó que esa era la manera en que su prometido le decía que la amaba mucho. A pesar de la distancia y del tiempo, Stan la seguía amando.

—También me da gusto verte —rió bajito, antes de inclinarse y ayudar a su suegra a llevarlo al vehículo.





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Nota de la autora:

A partir de aquí el nombre de Stan cambiará su apellido a Marshwalker, en vez de solo Marsh. Hace un tiempo me fijé que en la página oficial de la serie así se hace llamar Stan cuando juegan al universo de SOT. Así que, solo eso jsjs. Espero disfruten estas dos actualizaciones, ya que en la pasada quincena no hubo.

Buen día. 👋

Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora