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La luz sofocante del sol entraba hasta ese coliseo donde los guerreros novatos (humanos y elfos) se preparan para formar parte de las fuerzas del reino mágico. Desde hace un par de días atrás, el lugar tenía una hora reservada para el príncipe y su pequeña guardia real; de forma especial, ya que el primogénito necesita volver a ponerse en forma ahora que se recuperó de sus heridas. En la poca sombra que había, Kyle y Chris peleaban arduamente con un par de espadas de madera, las cuales eran usadas en los entrenamientos.

Unos minutos antes, desde el pasillo oscuro de la entrada, Eric se detuvo a observar a ese par. Sin embargo, la pelea no era lo importante para él.

Suspiró al contemplarlo, totalmente enamorado. Deleitándose con cada movimiento de su cuerpo al asestar los golpes; el arma entre sus manos se blandía de manera grácil, sin chistar y sin titubear. A ojos de un guerrero experto, su técnica era impecable.

Los brazos del elfo se tensaban manifestando una ligera musculatura que, si seguían con el ejercicio diario, tomarían su debida forma y fuerza. No obstante, lo que a Cartman le hizo tragar saliva y hacer sus ojos brillar fue mirar su entrepierna y sus delgadas piernas bien torneadas debajo de esos pantalones ceñidos. El cabello largo, atado en una coleta de caballo, se agitaba de forma suave ante las acciones de su dueño.

Kyle se veía tan concentrado, enfocado en seguir las instrucciones de Donnely.

Aquel ceño fruncido, su rostro ya rojo por el esfuerzo, sus largas y delicadas orejas que se sacudían (ese lindo y estúpido ademán que era su gusto culposo). Además el sudor que ya recorría su frente y sienes lo hacían sentir tan... cautivado, feliz de estar vivo y poder contemplarlo. Su corazón latió con fuerza, al tiempo en que respiró profundo. Si pudiera le gustaría seguir observando ese semblante etéreo por el resto de sus días. Tenerlo entre sus brazos y jamás soltarlo.

Cómo odiaba que el pelirrojo fuera tan hermoso a sus ojos, pero, ojalá ese sentimiento fuera mutuo. Él quería que lo fuera.

¿Alguna vez Kyle lo vería como él lo hacía en aquellos instantes?

Cuando se dignó a entrar, Cartman bostezó sonoramente y se arrellanó en las gradas de piedra, cercanas al campo. Aunque, por no apartar la vista del príncipe elfo, no se dio cuenta de quién ya estaba ahí sentada.

—Ugh, mago, aléjate de mí —dijo con desagrado situándose un par de metros a su izquierda y limpiándose el brazo que le alcanzó a rozar.

—No exageres, Bárbara, ni quién te haga caso —respondió al tallarse los ojos. Se sintió aún más cansado al escuchar a la elfa a su lado... ese sí que sería un largo día. No se sentía de humor como para aguantar a ambos rubios.

Se la pasó durante esas tres noches viajando entre territorios. Del reino de los McCormick hasta las tierras élficas, todo para intentar encontrar algo en la biblioteca de Kupa Keep y le sirviera para contrarrestar el hechizo de control mental de Tenorman, pero, hasta ahora, no obtuvo nada de nada. Sentía que estaba de nuevo en un callejón sin salida. Arriesgaba su pellejo todas las noches; sorteando la vigilancia de Chris en la habitación de Kyle, a los guardias del pasillo y del castillo en general y de los vigías del bosque, solo para dar con una esperanza de detener a ese hombre.

Su propio creador, por no querer decir la otra palabra, era un bastardo y eso era lo único de lo que tenía certeza de saber de él. Tampoco es que Liane, su madre, por lo menos que recordara de su temprana infancia, le contó sobre su existencia.

En realidad poco o nada sabía de él, lo conoció por primera vez en la noche en que secuestró a su madre y a él hace diez años atrás e hizo que se infiltrara al reino elfo desde que era un niño. Todo con tal de robar ese mágico y místico artilugio, la Vara de la Verdad, propiedad de los elfos y las criaturas mágicas. Cartman entendía que era algo de inmenso poder, pero no comprendía por qué Tenorman la necesitaba con tanta urgencia. Últimamente lo presionaba mucho con eso. Sus palabras cada que tenían esas reuniones clandestinas, murmuraban para sí algo sobre querer "volver".

Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora