Capítulo 4. Visitas (in) esperadas

80 16 5
                                    

Stanley Marsh el noble caballero y leal protector del príncipe de los elfos se hallaba en su habitación, aburrido, viendo por la ventana a las caballerizas y el campo de tierra donde sus demás compañeros humanos entrenaban. Ya era el noveno día que tenía inmovilizado el brazo con una escayola, por lo menos ya no le dolía gracias al agua curativa y podía moverlo más, pero que lo mantuvieran encerrado ahí sin hacer nada le carcomía la existencia. Deseaba ir y entrenar con los demás, sentir las calamidades del ejercicio, la fuerza que ejercían sus músculos al trabajar y sentir que hacía algo de provecho. Por lo menos no saldría hasta que se recuperara un poco más, según le dijo Randy, pero deseaba ya estar sosteniendo la espada... no había quedado lisiado, por el amor de los Dioses. Podía volver al entrenamiento antes de que se aguade su cuerpo estando solo observando la acción.

Suspiró.

También era el noveno día que Kyle no lo visitaba. No entendía el por qué, aunque tampoco se había dignado a buscarlo, por lo menos no desde que su madre le mencionó la visita "sorpresa" de su prometida la princesa Wendy. No la esperaba porque, según le mencionaron en el pasado, a ella no la vería hasta que se acercara el casamiento, pero ahora al parecer los planes cambiaron. Significaba que no solo su boda cambió de fecha si no también que se adelantaba el día que tanto estuvo posponiendo de contarle todo a Kyle, su mejor amigo. No quería hacerlo porque sabía que todo cambiaría entre ellos a partir de ahí. Se separarían y probablemente jamás volvería a su hogar en Zaron, las tierras que tanto ama y de las cuales generaciones de su familia crecieron, vivieron y murieron. ¿Cómo lo haría? ¿Qué le diría?

En ese momento, la puerta del cuarto se abrió de golpe, interrumpiendo sus pensamientos.

-¡Mojón!

Shelley Marsh, su hermana mayor por tres años, entró a zancadas hasta llegar a él y asestar un zape en toda la nuca.

-¡Oye, ¿por qué lo haces?! -volteó a verla, asustado, y sobándose el golpe de su cabeza.

-Llevo tocando tu puerta desde hace más de media hora y ni te dignas a abrir -se quejó al decirlo.

Stan estaba tan ensimismado que no se dio cuenta del ruido de la puerta y eso sí que era de sorprenderse porque la brutalidad de su hermana con las cosas era tal que se hacían notar en todo el castillo.

-Mamá me dijo que te avisara que empieces a preparar el discurso para la cena... -prosiguió tronando los nudillos, hombros y cuello, mientras se acomodaba las hombreras de cuero que usaba al entrenar.

Normalmente la hermana mayor también participaba en los entrenamientos, era una chica fuerte de veinte años, nunca le gustó ser tratada como una princesa delicada. Además, al igual que su hermano, protegía a la reina y a su madre cuando se le requería.

-¿Cena? ¿Qué cena? -preguntó, confundido.

-La cena que tendremos con los reyes Broflovski en una semana, ¿cuál más? -ladeó los ojos propinándole otro zape-. Los reyes te darán la "bendición" por tu casamiento y más al ser tus padrinos. Mamá quiere que escribas un discurso de agradecimiento. No me digas que lo olvidaste.

Los ojos de Stan mostraron sorpresa y temor, se restregó el rostro con la mano buena al recordar esa dichosa cena. La tenía marcada en su calendario personal desde hace mucho tiempo... Debido al conflicto con los osos y sus heridas que aún sanaban, olvidó por completo la ocasión. Creyó, muy en el fondo, que se cancelaría o se retrasaría otro mes, pero al parecer nada cambió ni siquiera cuando casi estuvieron a punto de morir. Eso era obra de la reina, ya que nunca le gustó retrasar o cancelar eventos por más que las adversidades dijeran lo contrario. Era una mujer hecha y derecha que buscaba que todo se cumpliera al pie de la letra. Entonces ya no habría de otra, tendría que hablar con Kyle esa misma tarde y decirle la verdad.

Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora