Hogwarts - 1943

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—"Tom..."

—"No lo pongas difícil",— advirtió Tom. Alexandra le quitó el giratiempo de las manos, poniendo a prueba su paciencia.

—"No me voy a casa. Todavía no", —insistió. —"Este no es el plan".

—"Te vas a casa, amor, y nuestro plan se va a ejecutar. O matas a Dumbledore o te mato yo", —le dijo. —"Y al chico Malfoy".

—"Me has leído la mente", —lo fulminó con la mirada, dando un paso atrás mientras el corazón se le caía a los pies. Sólo otra persona sabía de sus sentimientos por Draco, y ése era Dumbledore. No creía que Dumbledore compartiera esta información con Tom, pero no estaba segura de que no lo hiciera. —"¿Cuándo?"

—"Hace unas noches estabas particularmente distraída. Fue bastante fácil, en realidad",— se jactó Tom. —"Es igualito a su abuelo. Seguro que es igual de débil".

—"Estás celoso",— señaló Alexandra, soltando una ligera risita.

—"Te equivocas", —afirmó Tom con severidad. Alexandra negó con la cabeza.

—"No creo que lo esté".

—"Te sugiero que te calles antes de que cambie de opinión", —advirtió él una vez más, arrancándole el collar de la mano. —"1996, ¿correcto?"

—"Yo no..."

Fue interrumpida cuando sintió que la empujaban contra la pared. Tom la sujetó mágicamente para que no pudiera moverse, con cuidado de no tocarla, y su mirada era una que Alexandra no reconocía.

—"Este no eres tú", —dijo, temerosa de lo que él fuera a hacer.

—"¡No sabes quién soy!" —le gritó.

—"Eres Tom Riddle, nacido de un padre muggle que te abandonó antes de nacer y de una madre que murió poco después. Creciste en un orfanato donde los niños se burlaban de ti por ser diferente, hasta que les mostraste lo que significaba ser diferente. Los atormentabas, pero nunca supieron que eras tú porque no entendían tu magia... tu poder",— empezó Alexandra. —"Nunca habías sentido amor, y ahora que lo has sentido...".

—"Mi madre murió buscando amor, Alexandra, un amor que nunca pudo ser correspondido. El amor es debilidad. Yo no soy débil. Voy a ser el mago más poderoso del mundo, y el amor no va a impedir que lo consiga", —le dijo Tom. —"No significas absolutamente nada para mí, ¿no lo entiendes?".

—"Tom..."

—"¡Nada!"

Tom intentó dejarla inconsciente, pero dudó. En lugar de eso, la soltó y vio cómo caía al suelo y recuperaba el aliento.

—"Si de verdad quieres quedarte", —dijo Tom, arrodillándose a su altura y tendiéndole el giratiempo. —"Destrúyelo".

Alexandra cogió el giratiempo, su único camino a casa, y lo vio arder en llamas entre sus manos. Su corazón se destruyó con él, sabiendo que nunca volvería a ver a las personas que había conocido y amado toda su vida. Estaba atrapada en un tiempo que no era el suyo.

Tom se levantó, se despidió con la cabeza y salió de la habitación dejando a Alexandra llorando mientras sostenía su vida en las manos y se preguntaba qué podría haber sido si él la hubiera enviado a casa.

Pronto, ni Alexandra ni Tom tendrían ningún recuerdo del tiempo que Alexandra pasó en el futuro. Hasta entonces, Alexandra pasaba el tiempo recordando los amigos que tuvo, los que perdió y los recuerdos que creó hasta que desaparecieron lentamente con la vida que una vez conoció.

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4. Holding onDonde viven las historias. Descúbrelo ahora