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Había algo en ella.
Desde que nos había dado un regaño por haber salido del campamento no dejaba de vigilarnos. O más bien, de vigilarme. No quitaba sus ojos de mi, ni siquiera se molestaba en disimularlo. Parecía que estaba a punto de cazarme. Solo dejaba de mirarme para concentrarse en lo que estuviera haciendo en aquel cuaderno de tapa roja.
Pero había algo en ella que me atraía. No esa clase de atracción, soy mujer, y se supone que a las chicas les gustan los chicos, no otras chicas. Tal vez era solo curiosidad hacia su persona, nada más que eso.
Era otra noche en la que no podía dormir, estaba segura que las ojeras bajo mis ojos eran más evidentes que las de un mapache. Tenía tantas cosas en la cabeza: ¿vendrán a buscarnos? ¿Mi mensaje fue enviado? ¿Cuánto tardarán?
Además, los ronquidos de Dinah nunca me dejaban dormir.
Trataba de distraer a mi mente con recuerdos de mi familia, pero todos ellos eran malos, al menos la mayoría. Recordaba el día donde me di cuenta que la pintura era lo mío...
-Son para ti -dijo papá.
Yo tenía seis años y había recibido mis primeras pinturas hechas de caracolas. Papá había ido de viaje a Eldham por algo de negocios, y había traído consigo varios regalos para nosotras tres.
Era el mejor hombre del mundo.
-¡Gracias, papi! -grité.
Corrí a mi habitación para empezar a pintar. Había perdido la noción del tiempo, hasta llegada la noche donde mis padres entraron a la alcoba y alabaron mis obras de arte. El pincel se movía solo, y yo dejaba que me guiara.
Ese recuerdo terminó, dejando a La Luz cuando dejé de hacer lo que tanto me apasionaba.
-¡Pierdes mucho tiempo con estas estupideces!
Yo no podía parar de llorar. Mi padre estaba rompiendo cada cuadro, cada maldito cuadro que tanto me había esforzado en pintar. Sentía que me ahogaba, que mi corazón se me iba a salir por la boca. Mi cabeza dolía, y había fuego en mi pecho; quemaba y ardía con cada cuadro que se convertía en una nada.
-¡Has faltado a tus clases de violín por esto! -otro cuadro más a la basura. -¡¿Por qué no puedes comportarte bien por una vez en tu vida, maldita sea?!
Y mi mundo se desmoronó. Rompió el cuadro que estaba a punto de darle a mamá por su cumpleaños. Era el cuadro al que más amor le había tenido, porque pensaba que ese cuadro se llevaría todas sus tristezas. Pero ahora era solo basura.
Ese día decidí tirar todo; las pinturas, los lienzos, los pinceles, mi creatividad. Mi padre ya me había quitado varias cosas, pero a mis trece años se llevo mi felicidad.
Sin darme cuanta la lagrimas ya estaban saliendo de mis ojos. Las quité bruscamente. No valía la pena llorar por un hombre, aún si eso significara que ese hombre era mi padre, el que había sido un abusador con sus hijas y esposa.
Traté de pensar en algo mejor. Y de pronto Bastian vino a mi mente. Su sonrisa tan cálida, con esos pómulos marcados, esos ojos verdes esmeralda... ¿verdes? Los ojos de Bastian son grises, ¿por qué hay verde en mi mente? Tapé mi rostro con ambas manos, tratando que ese color saliera de mi cabeza, pero solo se intensificó más, pero ahora podía ver más; su piel blanca como la nieve, su cabello oscuro, largo y ondulado, sus labios rosados... sus labios.
Me levanté de la cama. Esto era demasiado. A mi me gustaba Bastian, me tenía que gustar. O no, no me importaba, pero no podía pensar en ninguna chica de una manera diferente. Menos si la chica era un pirata.
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Pirates (Lauren Jauregui y Tú)
Fiksi PenggemarLos piratas y la realeza nunca han ido de la mano. _______ Bonnet ha crecido toda su vida dentro del palacio real en la ciudad de Kelna, bajo las estrictas reglas de su padre, el Rey Dominik, preparándose para un día ocupar su lugar. Siempre deberá...