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— — — —La mañana había transcurrido con normalidad,
sin embargo. Fue un poco diferente.Kösem estaba más seria de lo normal, se veía pensativa y perdida en ella misma, sin muchos ánimos.
esto no era una novedad de el todo, la sultana
tenía muchos cambios de humor todo el tiempo.Pero, que estuviese callada tanto tiempo, eso era
una novedad.Haçi agha y Meleki lo notaron, notaron que desde que vio a el hombre no hablaba, si lo hacía era para pedir algo, pero a más de eso no.
Ninguno de sus hijos la había visitado últimamente, quizá sería eso.
— Sultana, Esther hatun a llegado— Mahpeyker movió un poco sus labios antes de hablar, — haz que venga— ordenó y el eunuco asintió, abriendo las puertas.
La dama de cabellos dorados entró con un traje gris digno de su estatus social y económico.
— Sultana — se reverenció, e insolentemente se sentó en el diván de la valide. A la cual ni siquiera se le cruzó decirle algo a él respecto.
— Estas pálida , ¿todo bien?— preguntó, — ¿Que?, oh. Si— murmuró; — Bien. Vengo a ofrecerte ir a la mezquita de azulejos, hay algunas madres pidiendo oro para sus hijos. Sabes como las rebajan y humillan, ademas. Quiero comprar yogurt, y yo deseo que le acompañes — esta asintió, levantándose.
A la mañana siguiente, y con un porte elegante. Kösem salía de el palacio , para visitar a algunos plebeyos.Aveces deseaba retomar el montar a caballo o jugar con las espadas como antes lo hacía con sus hijos. Pero sabría que eso sería mal visto. Y las cosas últimamente no eran las mejores.
Además, ya no era la mujer tan joven que corría por el harem alegremente con un vientre abultado o escapando de las kalfas. Para adentrarse en los jardines y saltar a las fuentes para nadar.
O esa mujer que reía en toda ocasión con cualquier persona. Sus tiempos de oro para ella, ya se habían desvanecido.
Ahora solo eran recuerdos, anécdotas.
— Haçi, ¿sabes que ha ocurrido en mi ausencia de el consejo?— preguntó, el hombre asintio, — Solo se que el sultán Murad busca consejos de terceras personas. Pueden guiarlo mal— ella asintió.
Iban de salida, directo a la Mansión de Esther.
En la salida, Mahpeyker observó a el mismo hombre, quien mantenía la cabeza baja.
— ¿Otra vez tú?, ¿Kemankesh?— preguntó entre una risa con un tono burlón mezclados, el hombre solo asintió.
Subió a el carruaje y lo observó hasta que la puerta fue cerrada. Sonrió y el carruaje avanzó rápidamente.
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LA VALIDE-
Разное¿Cómo fue que sucedió?. Kemankesh era el gran visir, un hombre leal. Mientras Mahpeyker era la valide regente, una mujer hermosa y prohibida